Un pueblo que pidió Justicia

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
En el cementerio de Armero Guayabal, niños y adultos nuevamente pidieron pena de muerte y no más violencia contra los menores en rechazo al crimen de la pequeña Sara Ayolina Salazar Palacios.

Juan de Dios Barragán a sus 53 años de vida, todos vividos en Armero Guayabal, ha tenido que presenciar dos hechos que marcaron la historia para él y su pueblo, la tragedia de 1985 cuando el volcán nevado del Ruiz desapareció el municipio y dejó más de 20 mil muertos, y ayer en el cementerio donde labora desde hace cinco años, fue el segundo evento triste, porque sepultó al muerto número 61, la pequeña Sara Ayolina Salazar Palacios, asesinada, violada y torturada. El dramático caso logró que los medios nacionales y locales centraran su atención de nuevo en Armero Guayabal.

Faltando unos minutos para las 9 de la mañana cuatro mujeres policías cargaron el féretro de ‘Sarita’ y caminaron por las calles para llegar a la iglesia y en el trayecto muchas personas se unieron y en medio del silencio, el llanto y la rabia arribaron al templo donde había una calle de honor hecha por uniformados y niños de algunos colegios quienes en sus manos tenían globos de colores.

En el sermón, el sacerdote contó que Ruth Salazar, madre biológica de ‘Sarita’, es una mujer muy pobre y por eso decidió entregarla a los padrinos y en su defensa el cura aseguró: “Ella no abandonó a la niña, se la dio a los padrinos y que sean ellos los que respondan”.

Al término de la misa todos siguieron el camino al cementerio central, un lugar con falta de cuidado por parte de la Administración. Sin embargo, allí llegaron todas las personas, en promedio dos mil, entre ellas estudiantes de escuelas y colegios.

Los niños, los principales protagonistas de esta historia, pidieron pena de muerte contra los violadores y exigieron no más violencia contra ellos. Por eso, el clamor de Barragán fue igual al de todos: “que investiguen, porque no debe quedar impune este crimen”.

Momento de tensión

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Algunas mujeres en medio de su enojo insultaron a Ruth Salazar, a quien le reprocharon el haber dejado a su hija. Salazar, llegó a la funeraria y se quedó de pie junto al ataúd.

EL NUEVO DÍA dialogó con la progenitora, quien dijo que entregó a su pequeña, porque no tenía cómo sostenerla.

Actualmente trabaja en una casa de familia y aseguró que tenía otros hijos, pero algunos no están con ella.

Ante el riesgo que había contra ella, los policías que estaban en la funeraria pidieron un vehículo para llevarla a la Estación de Policía, donde la dejaron para evitar que le hicieran algo.

Habló el exesposo de Salazar

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Al terminar la ceremonia en el cementerio, Luis Eduardo Velázquez y una de sus hijas, hermana de Sara Ayolina, hicieron una oración al frente de la bóveda.

Velázquez, convivió por 12 años con Ruth Salazar, con quien tuvo tres hijos que actualmente tienen 17, 14 y 11 años de edad. En medio del dolor él manifestó: “Cuando vivía conmigo tuvo una relación con otro y quedó embarazada de una niña la cual críe hasta los 7 años y me la quitaron”. Según Velázquez, su expareja tiene ocho hijos. Salazar dejó a Velázquez, quien después fue a ver a sus hijos pero: “Los tenía flacos y enfermos, al preguntarle qué pasaba, me dijo que si quería que me los llevara”. Velázquez, se quedó con dos niñas y un niño cuando estaban muy pequeños: “Los saqué adelante solo y con la ayuda de Nuestro Señor”. Por lo anterior, Velázquez rechazó que la mamá de sus hijos hubiera dicho que dejó a Sara por no tener recursos: “Una mujer joven como ella podía trabajar”. Después de la separación, no supieron nada de la mujer por seis años.

Lugar de los hechos

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Las puertas con candados y las luces de afuera prendidas, así encontró EL NUEVO DÍA la casa tres, de la finca El Limonar en la vereda La Joya, de Armero Guayabal, localizada a 10 minutos del casco urbano.

En dicho lugar fue donde la pequeña vivió por un año con Ángela Johana Guerra, madrina de la occisa, y el compañero sentimental de Guerra.

El aberrante caso se supo en el hospital Federico Lleras Acosta de Ibagué, el pasado viernes donde llegó remitida.

En el centro asistencial los médicos descubrieron que tenía un trauma craneoencefálico severo, lesiones en el cuerpo ocasionadas con un objeto corto punzante, avanzado estado de desnutrición y dificultad respiratoria.

Al día siguiente, a la 1:30 de la tarde, Sara Ayolina Salazar Palacios dejó este mundo.

Cuando el caso fue conocido por la Policía, fue creado un grupo especial que se desplazó a la finca donde hicieron un minucioso recorrido y pese a que habían lavado con límpido, los investigadores usaron un reactivo o químico hallando rastros de sangre en los cuartos y el baño de la residencia.

Los padrinos de Sara y los tres hijos de dicha pareja fueron entrevistados. Sin embargo, se supo que en la declaración de Guerra y la de su esposo hubo contradicciones.

Del mismo modo, fueron indagados, la psicóloga de la comisaría, quien debía estar alerta ante el grave caso, el médico de turno del hospital de Armero, la mamá biológica y hermano de la fallecida.

Antecedente médico

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La menor tenía un antecedente médico en mayo de 2016 cuando es trasladada al hospital del Líbano por infección de picadura de un animal, ojos morados, anemia severa, desnutrición y signos de maltrato físico, sin que se dejara un antecedente en la Comisaría de Familia.

Finalmente, en el análisis forense se determina agresión física con múltiples traumas antiguos y recientes y sexual continua.

Credito
ANDRÉS PÁEZ

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