Francisco y la paz de Colombia

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El Papa Francisco ha exigido un juicio ‘riguroso’ a Josef Wesolowski, exnuncio apostólico en República Dominicana, acusado de pederastia. Este hecho sin precedentes, parte de un duro trabajo de depuración eclesiástica, podría favorecernos.

Recordemos que el papel de la Iglesia en nuestro país, a lo largo de 500 años, ha sido de inmenso soporte ideológico del ‘establecimiento’. Cuando pienso en esto, recuerdo el libro Ideología y aparatos ideológicos de estado, del filósofo francés Louis Althusser, escrito en 1969.

Si tenemos en cuenta que el 82 por ciento de la población en Colombia es católica, es fácil deducir que sus principios morales, su conciencia social, están forjados en dichas creencias. Pero la Iglesia enfrentaba hasta hace muy poco una creciente pérdida de credibilidad, que amenazaría esos valores sociales.

Quizás la consecuencia deseable de este hecho sería fundar una ética laica, basada en leyes coherentes con una doctrina universal de derechos humanos. De esta manera ayudaríamos a erradicar, sin recurrir a preceptos divinos, la corrupción, la violencia y la codicia, que con tantas injusticias han masacrado a los colombianos. Pero esto, el imperio de la ley, parece por ahora utópico, cuando pocos confían en la clase dirigente de tan católico país –estilo Ernesto Samper.

Lo grave de esta desmoralización nacional es que, a falta de una necesaria restructuración católica, la larga crisis de fe ha sido aprovechada por pescadores de río revuelto. En medio de esta confusión, en regiones como el Tolima, han prosperado desde las abominables Farc hasta organizaciones ‘religiosas’, cuyos intereses son descaradamente políticos y económicos... ¿O no es así, hermana María Luisa?

En este contexto, nada más práctico para Colombia que contar con una Iglesia Católica fortalecida desde adentro. Y en este mismo contexto, de mundos ideales, surge un personaje extraordinario, de esos que aparecen cada 500 años. Me refiero, es obvio, al Papa Francisco, un jesuita que, a la manera de Lutero, parecería querer transformar a la decadente Iglesia.

A propósito, si Lutero hubiera podido acceder al papado, seguramente hoy la iglesia cristiana sería una sola y el mundo tal vez se habría ahorrado más de una guerra. Las paradojas de la historia nos brindan la posibilidad de que un gran reformador haga el cambio desde adentro, en pleno siglo XXI.

Lo que ha hecho hasta aquí Francisco, para ajustar la doctrina cristiana y jurisprudencia canónica a un mundo moderno, por purificar la Iglesia y volver a todos a las verdaderas raíces cristianas, basadas en el amor y la compasión, es extraordinario. Con su renovado liderazgo moral la Iglesia afianzaría entonces la paz en Colombia.

Solo me preocupa que alcancen las fuerzas del Papa, un hombre de 77 años enfrentado al poderoso fanatismo religioso ortodoxo, que lucha contra tales cambios.

Credito
GEORGE WALLIS

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