Francotiradores

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Al observar la histeria que se ha desatado alrededor de los viajes de Timochenko, el máximo jefe de las Farc, a La Habana, y el cruce de cartas de esta semana entre el Procurador y el Presidente, puede concluirse que en Colombia tenemos un ejército de francotiradores, que disparan en contra del proceso de paz y que podrían llevarlo a una sin salida.

No están muy definidas las jerarquías en esa fuerza de francotiradores, que está bien entrenada y aceitada. Pero es claro que el grupo lo encabeza Álvaro Uribe y que de él hacen parte otros personajes, como el Procurador General, la excandidata Marta Lucía Ramírez, el exministro Londoño, el columnista Plinio Apuleyo Mendoza, los de la bancada del autodenominado Centro Democrático en el Congreso, ciertos dirigentes gremiales nacionales y regionales, los voceros de los militares retirados y muchos oficiales activos de alto rango, que no dan la cara, pero le hacen el feo a las negociaciones.

A esos francotiradores no les gusta absolutamente nada del proceso de paz y por eso disparan sin cuartel. No les gusta que no se haya pactado un cese de hostilidades (lo cual es una de los asuntos más complejos de verificar en medio de un proceso de paz).

No les gusta que después de dos años todavía no se haya firmado la paz (como si el viejo conflicto armado de más de cincuenta años se pudiera solucionar fácil y rápidamente). No les gusta que se proponga un mecanismo de justicia transicional para la guerrilla (como si esa no fuera una fórmula que se ha abierto paso en el mundo en las últimas dos décadas).

No les gusta que se negocie con terroristas (como si eso no fuera lo que los gobiernos hacen con los grupos armados, como lo ha hecho Israel con Hamas, como se hizo con el M-19 y como si eso no hubiera hecho Uribe con las AUC).

Obviamente a esos francotiradores no les gusta que vaya Timochenko a La Habana (como si no fuera obvio que las Farc hagan consultas con su máximo jefe en una negociación). No les gusta que no se les exija a las Farc que dejen de reclutar niños (como si ese no fuera uno de los propósitos de la negociación).

No les gustó que no se hubiera revelado los acuerdos alcanzados hasta ahora (como si la negociación fuera en medio de un estadio). Y tampoco les gusta que se hayan revelado finalmente los acuerdos (porque los dejó sin muchos argumentos).

Pero, además, los francotiradores, expertos en difundir mitos urbanos, que son falsos, dicen y repiten que a la actual negociación hay que ponerle condiciones (como si no las tuviera y se estuviera negociando por fuera de la agenda pactada desde un principio).

Confieso que en estos momentos en que la dinámica de la negociación está a punto de concluir el tema de víctimas y de abordarse el último punto de la agenda (el relacionado con la dejación de armas por parte de la guerrilla) me da mucho miedo de que los francotiradores arrecien y logren malograr lo que con tanto esfuerzo se ha conseguido.

¿Será que la mayor parte de la sociedad colombiana, que no se identifica con ese ejército de francotiradores, tendrá la decisión y el coraje de cuidar el proceso de paz, a ver si algún día desaparece el conflicto armado de esta tierra? Ojalá que sí.

De lo contrario, preparémonos para otro medio siglo de guerra. Esa que tanto les gusta a los francotiradores hacer con los hijos de los pobres, no con los de ellos.

Credito
HERNANDO SALAZAR PALACIO

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