Caleidoscopio de una crisis

Hugo Rincón González

En la crisis de salud pública que afrontamos, originada por el Covid-19, ha pasado de todo.
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Desde las legítimas y sinceras acciones de los mandatarios e instituciones locales y regionales por ayudar a la gente de sus entidades territoriales, pasando por los que tienen interés de hacer un show mediático cada que toman una decisión o entregan una ayuda, hasta los que silenciosa y anónimamente ofrecen lo que pueden a los más necesitados para paliar su complicada situación.

Unos sobresalen y otros andan totalmente desaparecidos. Entre los sobresalientes están los trabajadores de la salud ubicados en la primera línea de contención que se dedican al cuidado de los enfermos aún a costa de sus propias vidas. No debemos olvidar que muchos de ellos están ya infectados y otros han fallecido como resultado de estar las 24 horas expuestos en condiciones precarias de protección.

Destacados los prestadores de servicios domiciliarios. Como hormigas laboran por las calles distribuyendo los pedidos que hacen sus clientes en las farmacias, supermercados y demás establecimientos que aún prestan sus buenos oficios. Van y vienen muchas veces sin la protección adecuada para evitar un contagio. Alguno de ellos me decía: “me da tristeza ver la ciudad vacía, sin gente, sin ruido. Cuando llego a casa me deprimo de ver esta situación pero luego pienso que esto tan sencillo y humilde que hacemos lo necesita la gente”.

Los totalmente desaparecidos hasta el momento son la mayoría de congresistas. Desaparecieron. Algunos de ellos reclaman su funcionamiento para no eliminar de facto a la rama legislativa comprometiendo los cimientos del Estado de derecho, mientras que otros se escudan en el riesgo para su salud que se generaría en las sesiones reuniendo a más de cincuenta de los más privilegiados personajes de nuestra sociedad.

Para algunos leguleyos es ilegal que el congreso sesione virtualmente, mientras otros refieren lo inconstitucional de no hacer control político en un momento tan crítico como el actual. Alguna senadora de nuestro país refería que no se imaginaba a los Estados Unidos sin que el senado y la cámara estuvieran aprobando y apoyando las medidas de su presidente. El riesgo de no hacer control político a las medidas que viene tomando el Gobierno nacional es alto, especialmente por los niveles alucinantes de corrupción que tenemos.

Mientras en algunas regiones y aquí mismo en Ibagué se habla de habilitar algunas clínicas públicas y privadas abandonadas por la indolencia y desidia del estado como la ubicada en el barrio El Limonar, en una ciudad como Bogotá se habla de la demolición de un hospital tan emblemático como el San Juan de Dios que según un exalcalde tiene toda una infraestructura para ser recuperada rápidamente y ponerla a funcionar como un soporte fundamental en la atención de los contagiados por el coronavirus. El gobierno distrital envía videos por las redes mostrándolo como un edificio a punto de colapsar y otros sectores lo muestran como un espacio casi listo para usarse ¡contrastes de una misma realidad!.

Pasan diversos y cambiantes sucesos que muestran la complejidad del momento y de nuestra sociedad. El Eln anuncia cese al fuego. Se dan apoyos grandes, medianos, pequeños de personas, instituciones y empresas que se juegan solidariamente por hacer menos dramática la vida de la gente que no tiene con qué comer. Lamentaciones, oraciones e invocaciones a un Dios que nos podrá salvar, hasta asesinos consumados que siguen en su danza macabra de muerte a líderes y lideresas en muchas regiones de Colombia.

Las cosas que pasan muestran como un caleidoscopio los variados colores que se visualizan en esta crisis. Hay situaciones dramáticas y dolorosas que se conjugan con la esperanza de que luego de esta circunstancia la humanidad salga transformada positivamente, entendiendo y asumiendo la importancia del cuidado de la naturaleza, de los otros y de nosotros mismos. Esperemos que esto sea así, que aprendamos la lección y corrijamos nuestro rumbo.

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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