Lectura del Santo Evangelio según San Juan 14, 21-26

Jhon Jaime Ramírez Feria

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.» Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?» Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

 

Meditación

Guardar la Palabra del Señor, amar viviendo en comunión con él y dejarse conducir por el Espíritu Santo. Estas tres actitudes que el Evangelio presenta hoy son el camino para confirmar lo que significa vivir la experiencia continua de seguimiento cristiano.

¿Qué significa guardar la Palabra del Señor? Recordemos que en la experiencia auténtica de fe hay una constante invitación a escuchar la Palabra de Dios. No se es discípulo sin la disponibilidad para conocer, discernir y obrar la voluntad de Dios. Dice el Señor: “dichoso el que escucha mis palabras y las pone en práctica”; también: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor,‘ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Es necesario conservar la actitud de apertura a la voluntad de Dios en la vida. Hay muchas búsquedas, la gente experimenta ansiedad y quiere soluciones rápidas a sus inquietudes; se publicitan tantas ofertas de felicidad y plenitud y experimentamos un mayor sinsentido y nostalgia del absoluto. Queremos orientación. Entonces el Señor nos dice guarda mis palabras: “ámense los unos a los otros como yo los he amado”.

Así encontramos la invitación del Señor: “Permanezcan en mi amor”. Recordemos lo que nos enseña san Juan: “Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor... Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1Jn 4, 7-12). Vivir desde y con el amor de Dios da la plenitud a la vida cristiana. ¿Quién es el creyente? El que se ha abierto al amor de Dios e inspirado por Él ama a su prójimo. Por el amor Dios habita en nosotros; donde se da la experiencia auténtica del amor está Dios.

Y, ¿cómo estar dispuestos para guardar la Palabra del Señor y permanecer en su amor? Dejándonos conducir por el Espíritu Santo, el Maestro interior, que nos conduce a la confesión de fe y a la experiencia de la paternidad de Dios en nuestra vida; es el Espíritu Santo que derrama su gracia, sus dones para que podamos seguir los pasos del Señor. Sin la acción del Espíritu no se da la fe, sin su acción no hay experiencia viva del amor de Dios, sin su inspiración no vivimos en el amor.

Terminemos esta meditación en el contexto del mes mariano, siguiendo las enseñanzas del Papa Benedicto XVI: “El Evangelio nos ofrece un retrato espiritual implícito de la Virgen María, donde Jesús dice: Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. Estas expresiones van dirigidas a los discípulos, pero se pueden aplicar en sumo grado precisamente a aquella que es la primera y perfecta discípula de Jesús. En efecto, María fue la primera que guardó plenamente la palabra de su Hijo, demostrando así que lo amaba no sólo como madre, sino antes aún como sierva humilde y obediente; por esto Dios Padre la amó y en ella puso su morada la Santísima Trinidad. Además, donde Jesús promete a sus amigos que el Espíritu Santo los asistirá ayudándoles a recordar cada palabra suya y a comprenderla profundamente, ¿cómo no pensar en María que en su corazón, templo del Espíritu, meditaba e interpretaba fielmente todo lo que su Hijo decía y hacía? De este modo, ya antes y sobre todo después de la Pascua, la Madre de Jesús se convirtió también en la Madre y el modelo de la Iglesia”.

Arquidiócesis de Ibagué

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