Editorial: Hacia la conciliación y la paz

Como existen discrepancias en los registros de los secuestrados, existe el convencimiento de que muchos de ellos murieron en cautiverio, luego, por penoso y doloroso que sea, las Farc tiene la obligación de reconocer lo acontecido y su culpabilidad, proceder a entregar los restos o señalar su ubicación y, sin excepción, pedir perdón por lo sucedido.

Ante el acelerado avance de las negociaciones de La Habana, las partes continúan realizando pronunciamientos, dando a conocer compromisos y a ajustar determinaciones que faciliten el proceso y vayan adelantando terreno de cara a las enormes dificultades que, se avizora, habrá de enfrentar la sociedad toda con posterioridad.

No parece haber causado mucha impresión la pronunciada reducción del número de muertos y heridos en las filas del Ejército y la Policía, así como de las Farc, a partir del tácito cese al fuego bilateral, pero allí aparecen las cifras incontrovertibles que permiten augurar el panorama que se podría presentar tras la firma del acuerdo.

También parece imperceptible la modificación dada a conocer por la vocera del grupo guerrillero, “Victoria Sandino Trinidad”, quien expresó que las Farc se comprometen a no reclutar menores de 18 años (el compromiso anterior se refería a menores de 17 años), de manera que se ajusta a la reglamentación existente para la fuerza pública.

Es de esperar que se produzca otro paso inevitable: que las Farc entreguen a sus familias o a los organismos pertinentes del Estado a todos aquellos menores que todavía permanecen en las filas de la subversión, para iniciar el complejo proceso de reintegro a la sociedad con contingentes que no han conocido otro entorno que el grupo armado.

Por cierto, nada han vuelto a decir los voceros de la guerrilla respecto de aquellos ciudadanos (uniformado o civiles, colombianos o extranjeros) que siguen secuestrados en poder de las Farc y sobre su detención existe documentación y testimonios en manos de las organizaciones que luchan contra la abominable práctica, así como de los familiares de los plagiados.

El propio “Timochenko” en entrevista para Semana coincidió en censurar el secuestro y calificarlo como craso error cometido por el grupo guerrillero y que no debe repetirse.

Como existen discrepancias en los registros de los secuestrados, existe el convencimiento de que muchos de ellos murieron en cautiverio, luego, por penoso y doloroso que sea, las Farc tiene la obligación de reconocer lo acontecido y su culpabilidad, proceder a entregar los restos o señalar su ubicación y, sin excepción, pedir perdón por lo sucedido. Algo similar a lo que deben hacer los militares culpables de las horrendas prácticas conocidas como “falsos positivos”.

Nadie dijo que el proceso de conciliación y paz iba a ser fácil pero sí hay tareas y actos que resultan imprescindibles en la cicatrización de las heridas de la sociedad que es mejor que se vayan anticipando y sucediendo sin demora.

REDACCIÓN EDITORIAL

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