Editorial: Sin esperar

Los intereses regionales están en juego y si queda un resquicio de autonomía debe utilizarse para que se facilite la transición y se diseñe un plan de vuelo, que sin duda habrá de incorporar estrecheces y medidas espartanas mientras se recupera la normalidad perdida. No es hora de obtusas posiciones ni de exigencias salidas de proporción.

Cada vez es más compleja la situación de la Universidad del Tolima, acuciada por las deudas, sin un horizonte financiero claro y con una administración que se aferra sin argumentos y con el rechazo casi unánime de los elementos que constituyen la comunidad universitaria.

Por doquier asoman las críticas sobre lo actuado, se acumulan las denuncias y se desgranan las renuncias de quienes consideran insoportable la actual situación y no quieren asistir a un colapso anunciado, auspiciado por enormes dosis de terquedad.

El mayor centro de educación superior del departamento y única opción de estudios universitarios para millares de jóvenes merece mejor suerte, a más de que de ningún punto de vista es saludable para la comunidad y la misma entidad que la institución siga al garete sin que se exhiban fórmulas de solución ni el rector las aporte o haga lo que debería haber hecho meses atrás: dar un paso de costado y permitir que una combinación de esfuerzos y organismos internos con la asesoría del Ministerio de Educación produzcan un diagnóstico actualizado de la situación (que a estas alturas aún no se conoce) y definan lo que debe hacerse dentro de las posibilidades, con premura, antes de que se llegue al punto de no retorno.

Ha pasado más tiempo del permitido por la profundidad de la crisis, hasta cuando profesores, alumnos y varios miembros del Consejo Directivo han hecho público su descontento y denunciado la precaria gestión del Rector que llegó a la posición bajo otros auspicios y con elogios que no han correspondido con su controvertida actuación.

Ahora son los mismo funcionarios del grupo directivo los que están abandonando el barco y es hora de que el Gobernador, el Ministerio y los entes universitarios reclamen la salida del rector de manera perentoria.

Los intereses regionales están en juego y si queda un resquicio de autonomía debe utilizarse para que se facilite la transición y se diseñe un plan de vuelo, que sin duda habrá de incorporar estrecheces y medidas espartanas mientras se recupera la normalidad perdida. No es hora de obtusas posiciones ni de exigencias salidas de proporción.

REDACCIÓN EDITORIAL

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