Objeciones y la imagen del Congreso

Poco le ayuda al Congreso de Colombia la falta de honrar la palabra y las actuaciones de unos. En nada contribuye el comportamiento mezquino, los negocios por debajo de la mesa y la falta de claridad de otros. Los colombianos quieren ver en el Capitolio debates abiertos (...) decentes y propositivos.

El Congreso de Colombia no ha logrado recomponer su imagen reputacional. Lo dicen las encuestas. Lo dice el ciudadano de a pie. Pero no es de ahora esa maledicencia de los ciudadanos hacia quienes son elegidos cada cuatro años para legislar. Contrario a esa animadversión, son los congresistas quienes toman las decisiones más importantes que de una u otra manera afectan, positiva o negativamente, todos los sectores económicos y casi que todas las actividades de la vida diaria de los colombianos.

La opinión nacional estuvo pendiente del debate en el Senado sobre las objeciones a la Jurisdicción Especial para La Paz que había presentado días atrás el presidente Iván Duque y que ya habían sufrido su primer revés en la Cámara de Representantes y sólo le quedaban como salvavidas ser aprobadas en esa alta Corporación.

Al final de la vergonzosa y extenuante jornada, y tras el intenso debate plagado de impedimentos, recusaciones y ataques entre la oposición y la bancada gobiernista, la votación fue de 47 votos en favor del Bloque “Propaz” para negar las objeciones presidenciales y 34 sufragios a favor de aprobarlas. Pero el desacuerdo sobre si era la votación requerida para hundirlas, dejó en la Corte Constitucional el futuro de la JEP.

La molestia y el rechazo nacional lo generó además la actuación de dos senadoras que por como por arte de magia se “esfumaron” de la Plenaria a la hora de votar; cuando ellas mismas habían anunciado en los días previos, acatando las directrices de sus partidos -La U y Cambio Radical-, que iban a votar en favor de hundir las objeciones. Las acusaron de desleales, mermeladas y otros fueron más allá: recordaron la “extraña desaparición” de Yidis Medina hace algunos años, al momento de votar la reelección del expresidente Uribe. Sumado a lo anterior, las explicaciones de las dos senadoras fueron endebles y poco convincentes sobre las razones por las que no votaron conforme se habían comprometido.

Poco le ayuda al Congreso de Colombia la falta de honrar la palabra y las actuaciones de unos. En nada contribuye el comportamiento mezquino, los negocios por debajo de la mesa y la falta de claridad de otros. Los colombianos quieren ver en el Capitolio debates abiertos, argumentados, serios, respetuosos de las directrices de los partidos y, sobre todo, decentes y propositivos.

REDACCIÓN EDITORIAL

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