El brigadier general Jorge Horacio Romero se va del Ejército. Se va mal, en medio de una tormenta mediática que involucra a una Institución que debe ser ejemplo real de honradez, pulcritud y compromiso.
El general Romero fue llamado a calificar servicios, que es la forma “elegante” de sacar a un oficial del Ejército. El problema es que lo “echan” porque hay dudas de sus actuaciones cuando se desempeñó como comandante de la IV Brigada con sede en Medellín, entre 2015 y 2017.
En poder de la Fiscalía hay denuncias que lo comprometen con supuestos actos de corrupción como, por ejemplo, pedir “coimas” para expedir salvoconductos. Las denuncias hablan del manejo irregular de, al menos, mil millones de pesos.
Este es el año del Bicentenario y a lo largo de la historia, el Ejército colombiano ha cumplido un gran papel en la construcción de nuestra República. Desde el Pantano de Vargas hasta la Operación Jaque y las operaciones contundentes contra la antigua guerrilla y grupos al margen de la Ley. Esa debiera ser la imagen, inconfundible, de nuestro Ejército.
Lastimosamente, también es recordado ingratamente por hechos de corrupción como los ‘Falsos positivos’, el Tolemaida Resort, y ahora la baja del general Romero y la investigación contra otros altos oficiales, también por supuestas actuaciones de corrupción.
Tienen el Ministro de Defensa, hasta ahora equivocado y errático, y el general Nicasio Martínez, comandante de las Fuerzas Militares, una gran responsabilidad y tarea: Limpiar la Institución de las “guayabas podridas”. No deben olvidar aquella máxima que se pueden hacer 10 acciones magníficas y una mala, lamentablemente, recordarán la mala acción. El Ejército, debe estar libre de todo pecado y ser símbolo de confianza entre los colombianos, en todos los campos de batalla.
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