Un mandatario controvertido

Aún es prematuro hacer una evaluación de los resultados de su gobierno y solamente la perspectiva que arroja el tiempo lo dirá. Esta fue una administración única y diferente a las anteriores; razón por la cual no se puede siquiera comparar con la de su antecesor Luis H. Rodríguez.

Culminaron los cuatro años del mandato de Guillermo Alfonso Jaramillo, una figura que siempre causa polémica por su singular forma de actuar. Llegó a la Alcaldía de Ibagué precedido de buena fama: había sido secretario de Salud del alcalde de Bogotá Gustavo Petro y antes, entre 2000 y 2003, fue Gobernador del Tolima en un complicado momento histórico en que el Departamento estaba tomado por la guerrilla y las mafias del narcotráfico. En aquellos días no tuvo temor de denunciar que la policía y la Alcaldía de Ibagué estaban aliadas con la mafia; tampoco le tembló la voz para revelar la participación del Ejército en la masacre de Anaime, ocurrida en 2003. Tuvo que tomar decisiones que en su momento no fueron aceptadas, como la separación del Conservatorio del Tolima del Bachillerato Musical, hoy convertido en la Institución Educativa Amina Melendro, y será recordado por la participación de la Gobernación en la creación del Museo de Arte del Tolima.

Al comenzar su alcaldía encontró la ciudad en un estado deplorable. Acababa de suceder el desastre de los juegos nacionales que puso a Ibagué en la palestra nacional como una de las más corruptas, por cuenta del multimillonario desfalco de los recursos del Estado que estaban destinados para la recuperación y construcción de escenarios deportivos. La ciudad pasó una de sus mayores vergüenzas, pues la mayoría de las competencias no se pudieron llevar a cabo por la carencia de escenarios, con el agravante de que los pocos sitios que existían para la práctica del deporte quedaron completamente destruidos: las piscinas olímpicas, el coliseo de la 42 y el Parque deportivo no pudieron volver a ser utilizados. Los ciudadanos votaron por Jaramillo como una forma de expresar su rechazo a la descarada corrupción reinante.

Su mandato comenzó con una ciudad destruida, sin esperanzas y con pocos recursos para la inversión. Por añadidura, su antecesor tenía grandes contratos publicitarios con diversos medios de comunicación, que fueron cancelados por Jaramillo, lo cual le granjeó la enemistad de muchos de esos medios que se dedicaron a descalificar su gestión. Como parte de su peculiar estilo, casó peleas con el gobernador Oscar Barreto, con empresarios, con políticos y con periodistas.

Sin muchos recursos y con algo de imaginación, el Alcalde emprendió acciones en favor de la movilidad que agradecieron los ciudadanos, como la reorganización de rutas de buses y la extensión del pico y placa a las horas del mediodía. Emprendió la pavimentación de vías urbanas con el apoyo del Ejército y aprovechó los pocos espacios públicos existentes para la instalación de parques biosaludables; inició la construcción del Acueducto Complementario y puso su empeño en implementar la Jornada Única en algunos colegios. Sin embargo, muchos compromisos quedaron pendientes: después de múltiples contratiempos con el Gobierno nacional, consiguió la financiación de los destruidos escenarios deportivos, pero no los alcanzó a concluir; tampoco consiguió poner en marcha el Sistema Estratégico de Transporte, debido a los reiterados incumplimientos del Gobierno nacional; los megacolegios están inacabados, en parte por tratarse de contratos gestionados desde la administración central que fueron objeto de serios cuestionamientos. Las obras del Panóptico no fueron entregadas en un su totalidad y al Acueducto Complementario aún está crudo.

Hubo, así mismo, acciones cuestionadas como la adecuación de bicicarriles en algunas de las principales avenidas, en una ciudad que es poco amiga del uso diario de la bicicleta; afortunadamente, en el final de su mandato, escuchó las voces de la comunidad de la avenida Ambalá y no lo implementó allí. Tampoco faltaron los escándalos como el del alumbrado navideño del año 2016 y, más recientemente, el de la fallida presentación de Carlos Vives en el marco del Festival Folclórico Colombiano.

Jaramillo fue elegido por Colombia Líder como el mejor alcalde del país, en la categoría de ciudades de más de quinientos mil habitantes; fue reconocido como el mejor mandatario local en materia de seguridad vial y terminó entre los diez alcaldes con mejor percepción por parte de la ciudadanía, con una favorabilidad del 67%, según una encuesta del Centro Nacional de Consultoría.

Aún es prematuro hacer una evaluación de los resultados de su gobierno y solamente la perspectiva que arroja el tiempo lo dirá. Esta fue una administración única y diferente a las anteriores; razón por la cual no se puede siquiera comparar con la de su antecesor Luis H. Rodríguez. Los ibaguereños han de ser especialmente vigilantes para que los avances que alcanzó la ciudad en materia de uso de los recursos no se conviertan en retrocesos, por cuenta del retorno del tradicional estilo de gobernar que en el pasado solo dejó sinsabores.

EL NUEVO DÍA

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