Estamos en sus manos

Esperamos que acciones similares se tomen en nuestra ciudad que, como es bien sabido, tiene una de las tasas de desempleo e informalidad más altas del país; no se puede golpear más el debilitado bolsillo de los ibaguereños.

El mundo se enfrenta a una situación impensada hace solamente unos meses. La vulnerabilidad del ser humano ante las enfermedades ha quedado en evidencia con la aparición del Covid-19. Los sistemas de salud de países desarrollados, como Italia o España, están colapsados por cuenta de la emergencia. Las cifras de muertos y contagiados cambian dramáticamente con el paso de las horas. En Ibagué, este domingo, el número de personas contagiadas era de cuatro, pero seguramente hoy lunes el número habrá aumentado.

Aún es temprano para cuantificar el impacto que tendrá el Coronavirus en la vida social, en la economía, la salud, el trabajo, la política y la misma globalización. No obstante, es claro que las actuales circunstancias nos obligan a pensar y actuar de manera diferente, a los ciudadanos y a los dirigentes. 

En este trance es indudable que dependemos de las decisiones que tomen nuestros gobernantes. Ahora más que nunca es cierto aquello de que nuestras vidas están en sus manos. Es por esta razón que deben actuar con responsabilidad, sensatez y humildad. Responsabilidad para imponer las decisiones pertinentes, eficaces y adecuadas en cada situación, sin anteponer intereses personales, económicos o de partido; sensatez para adoptar las medidas acordes con la situación, sin extralimitarse o sobrepasar sus funciones, y humildad para reconocer los desaciertos, escuchar otras voces y enmendar los errores oportunamente.

Del liderazgo y buen juicio de nuestros dirigentes dependemos todos y no son solamente el presidente, los gobernadores, los alcaldes y sus equipos; se trata de la clase dirigente en general: los líderes de los partidos políticos, los empresarios y quienes ostentan el control económico del país.

Este es un momento aciago que los obliga a emprender acciones coordinadas, efectivas  y coherentes con la situación, que nos lleven a superar una crisis con consecuencias impredecibles, especialmente para los sectores más vulnerables. Porque,  cuando vuelva la normalidad, ¿cuántos empleos se perderán? ¿Cuántas pequeñas empresas desaparecerán? ¿Cuántas familias serán desalojadas de sus viviendas porque no tendrán como pagar un arriendo? ¿Cuántos niños y jóvenes deberán abandonar sus estudios? 

Por ahora, la alcaldesa de Bogotá, en una clara muestra de liderazgo y empatía con sus gobernados, anunció que entre el 20 de marzo y el 20 de abril no les cobrarán los servicios públicos a los bogotanos de todos los estratos, y que es tarea de su gobierno llevar alimentación y garantizar un techo a quienes no los tienen. Esperamos que acciones similares se tomen en nuestra ciudad que, como es bien sabido, tiene una de las tasas de desempleo e informalidad más altas del país; no se puede golpear más el debilitado bolsillo de los ibaguereños. 

EL NUEVO DÍA

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