El Limonar: de rodearse de potreros a ser vecino de centros comerciales

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
Al estar ubicado sobre la carrera Quinta y la calle 60, este barrio ha tenido cambios drásticos en cuanto a su mobiliario: hoy es un sector altamente comercial, y de sus praderas y lomas ya casi no queda nada.

Los recuerdos del barrio El Limonar se registran en varias etapas: la noche en que les entregaron las llaves a las primeras familias, el desarrollo, la construcción de hiperalmacenes, la primera tienda y la madrugada en que sufrieron una avalancha.

Teresa Ortiz de Garatejo y Amparo Rivera (presidenta de la JAC) recordaron el día en que se asentaron en este barrio de la comuna Cuatro de Ibagué, y hoy añoran los días de unión y familiaridad, cuando organizaban bazares que sirvieron para varias obras, entre ellas la adecuación del polideportivo.

A este sector llegaron trabajadores públicos, aquellos que prestaron sus servicios a la docencia, el Ejército y la Justicia, entre otros, así como personas llegadas de varias regiones del país.

Cada casa, rememora Teresa, fue adquirida mediante el Instituto de Crédito Territorial, con una cuota inicial de 10 mil 500 pesos.

“El 27 de abril de 1973 nos entregaron las llaves: estaban doña Lucrecia, los Chavarro, Hernández, doña Tulia, los Meneses, Fajardo, Bocanegra, Acosta, Rivera y nosotros, los Garatejo. Las casas estaban en obra negra y todos los patios eran unidos.

“Soy de Ortega (Tolima), así como mi esposo, Gabriel Garatejo Leyton; esa tarde, llegué temprano a barrer ese polvero, pues no habían pisos y las paredes estaban sin pañetar. En el Juzgado de Espinal, donde laboraba mi esposo, le dieron permiso y así llegó con el trasteo.

“Antes de obtener la casita, vivíamos con mis dos hijos en la calle 31 con carrera Cuarta, teníamos que pagar mensualmente 700 pesos, y Gabriel se ganaba mil pesos, de ahí sacaba para viajar y el mercado, pero valió la pena tener nuestra casa”, narra Teresa Ortiz.

La mayoría de las viviendas cambió en su inicial arquitectura. Estaban construidas en un área de 140 metros cuadrados, constaban de una sala, comedor, cocina, baño, un garaje descubierto, y el segundo piso con tres alcobas; viviendas que han resistido más de 40 años.

El barrio, de seis manzanas, en sus inicios estaba rodeado de potreros, no existía la carrera Sexta y apenas estaban la carrera Quinta; de la carrera Sexta nacía una quebrada y había varios humedales; ya estaba construida la Séptima Etapa del Jordán e iniciaba a levantarse la Novena Etapa del Jordán.

Agrega Teresa que la única salida al Centro era la carrera Quinta, cruzaba una ruta de buses y no había rastros del edificio donde funcionó el Instituto de Seguros Sociales (ISS): solo una loma, lo que es hoy el Federico Lleras Acosta y el tanque del Ibal.

Dedicada a la Junta

Amparo Rivera, por su parte, se le ha medido a presidir la Junta de Acción Comunal, y se siente orgullosa de decir que es la primera mujer en más de cuatro décadas en asumir el control del barrio en el que vive después de haber llegado con su padre, un suboficial del Ejército, cuando aún era una niña.

La primera tienda del barrio fue la de una señora llamada Tulia, dicen ambas mujeres, que era una espinaluna de carácter; falleció hace 10 años, pero era recordada porque la respetaban y se hacía lo que ella decía, pues corregía y daba quejas, incluso a las nuevas generaciones.

“Llegué a El Limonar proveniente de Tolemaida, porque mi padre es Sargento retirado del Ejército; recuerdo que nos tocó esperar seis meses para que entregaran la casa. Venir a esta ciudad fue impactante, tuvimos que arrinconarnos mientras llegó esa tarde casi noche, cuando dieron las llaves de la casa.

“En 2012 asumí la Presidencia de la JAC, que siempre estuvo al frente de los hombres, ellos nos delegaban para los comités sociales, a veces se ponían a beber en la segunda tienda que llegó al barrio donde doña Lucrecia, ahí delegaron a Héctor Rojas; sigue como Tesorero, el profesor Juan De la Cruz, ha estado todo el tiempo en ese cargo”, cuenta Rivera.

Respecto al parque del barrio, dice que la constructora Pavón, a cargo de algunas edificaciones, identificó que ese espacio era “el que usaban nuestros padres para que nos recreáramos y que lo destinaron para la cancha.

“En ese espacio nos reuníamos y para construir las canchas, efectuamos bazares, cuando éramos más unidos, ya llegó gente nueva que poco se integra; se preparaba sancochos, asados, vendíamos cerveza y a las 8 de la noche comenzaba todo, con carpas y orquestas”, agrega.

Otros recuerdos

Donde actualmente está el hospital Federico Lleras, antiguo ISS, había una casona donde los obreros guardaban sus herramientas mientras duró la construcción del barrio; cuando quedó desocupada, la usaron como la primera discoteca del barrio.

“Me acuerdo de que se llamó La Bomba, luego llegó el primer cambio: la construcción de la clínica.

“Después llegó la edificación de la parroquia Nuestra Señora de Chiquinquirá Limonar - Piedrapintada; doña Teresa fue una de las fundadoras, ella llevaba empanadas, papas y limonada para los albañiles; incluso, después de que se hizo la clínica, arreglaron el camino, que ahora nos lo quieren quitar con los nuevos edificios”, agrega Amparo.

Tiempo después, dice Amparo, en el local donde ya funciona un Copifam, sobre la avenida Quinta, existió otra discoteca, esa tuvo por nombre El Cortijo.

La avalancha que los puso a prueba

Hace 26 años, los residentes del barrio El Limonar tuvieron el peor susto de su vida. Una madrugada, asegura Amparo, se estalló el tanque del Ibal, que está situado en Piedrapintada.

“Fue algo impactante: eran las 4 de la mañana, cuando explotó el tanque, pensamos que había sido el Nevado, eso fue una hecatombe, salimos a correr mientras otras personas gritaban pidiendo auxilio, las casas se inundaron y los carros fueron sacados de sus garajes por el agua.

“Lo bueno es que estas casas quedaron bien construidas, porque eso fue algo muy fuerte, los cimientos son tan buenos que han aguantado sismos”, señaló Amparo Rivera. 

Credito
ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS

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