El agua: algo personal

INTERNET - EL NUEVO DÍA
Necesitamos una renovada visión ecológica del mundo.

Es que la humanidad moderna está destruyendo rápidamente lo natural de lo que depende su supervivencia: bosques talados, plantados drenados, arrecifes de coral arrancados, tierras agrícolas erosionadas, salinizadas, desertizadas o simplemente pavimentadas. La contaminación se ha generalizado y ya afecta nuestras aguas subterráneas, arroyos, ríos, mares y océanos, el aire que respiramos y los alimentos que ingerimos.

Frente a la crisis nos llegó el momento del viaje. Aún tenemos tiempo para salvar el planeta y ya son muchos quienes predicen que las guerras de este siglo estarán motivadas por el agua.


El agua pertenece a la Tierra y a todas las especies. Nadie tiene el derecho de lucrarse con ella. En 2025, cerca de dos tercios de la población del planeta estarán viviendo en condiciones de seria escasez de agua. Actualmente 31 países afrontan la escasez de este elemento y más de mil millones de personas carecen del acceso adecuado a agua potable.

A medida que vamos tomando consciencia de esta realidad, también comprobamos que el agua está siendo convertida en una mercancía más. Los gobiernos de todo el mundo están desmantelando la legislación medioambiental o permitiendo que las empresas diseñen las políticas relativas al agua potable de que disponemos, la estamos desviando, contaminando y agotando a un ritmo estremecedor.

Mientras que los gobiernos han sido lentos en asumir esta crisis, el sector privado ha identificado al agua como el último gran recurso natural por ser explotado con afán de lucro. Las gigantescas multinacionales del agua, los alimentos, la energía y el transporte marítimo están utilizando todo su poder para acelerar la liberalización del comercio del ‘oro azul’. Su meta es que el agua se convierta en una mercancía comercializable en el mercado abierto.  


Una ética del agua

Necesitamos una ética del agua: una guía de conducta para reflexionar las complejas decisiones que necesitamos tomar en favor de los complejos sistemas naturales que ignoramos y despreciamos, en nuestra adoración permanente al dólar y su iglesia: la sociedad de consumo.

La esencia de esta ética, su médula, su objetivo principal, debe ser la protección de los ecosistemas acuíferos. Y no es una receta idealista en un mundo saturado de necesidades y aspiraciones: es que el agua es el fundamento de la vida, y el modo en que la administremos determinara no solo la calidad, sino la capacidad de subsistencia de las sociedades humanas.


Alguna vez, hace mucho rato, al prepararnos para un recorrido por El Cairo, Egipto, y sus alrededores piramidales, nos sorprendió la insistencia de los guías para que compráramos agua potable: y así, cada uno se pertrechó con una botella de vidrio de un litro.


La sorpresa mayor fue cuando descubrimos que esa agua era importada de Francia: valía más que una cerveza.


Aquí en Colombia, hemos insistido, en un ejercicio para tomar conciencia y colocar al agua en el sitio que le corresponde, entronizar dirían los sacerdotes. Consiste el ejercicio, en quitar el agua sin previo aviso 24 horas cada mes y acompañar el racionamiento artificial con bombardeos de volantes, cuñas radiales y mensajes televisados, para inducir en lo cotidiano un mensaje clave: la escasez del agua no es problema económico: es un problema de la vida.

Por supuesto, que adoptar una ética de este tipo representaría un cambio filosófico histórico: se trata de adoptar un enfoque integrado, holístico, que considere a la población y al agua como ‘uña y mugre’ como partes estrechamente relacionadas, en una simbiosis dependiente, sin la que no podremos vivir.

En la práctica una ética del agua forma parte de un código de desarrollo sostenible, que conlleva un enfoque completamente nuevo del progreso económico, en el que se armonizan objetivos económicos y criterios ecológicos.


La vaina es que todo tiene un límite y existen puntos de no-reversa. El deterioro de los ecosistemas esenciales como los bosques altoandinos indica que nuestro bienestar se está desmoronando y que se están perdiendo los servicios ambientales que creíamos abundantes, gratis y que recibíamos como regalo divino.


Históricamente alguien debe responder a la gente joven, que son quienes tienen comprometido su futuro, y el tiempo que nos queda para hacer los ajustes necesarios puede resultar tan precioso como el agua misma.


Represar la Vida

Necesitamos una ética del agua: una guía de conducta frente a las complejas decisiones a tomar sobre los sistemas naturales que no comprendemos, ni podremos llegar a comprender en su totalidad. En la práctica forma parte de un código de desarrollo sostenible que conlleva un enfoque completamente nuevo, en los que los criterios ecológicos son tan importantes como los otros.

Las imágenes que más me persiguen, de las muchas visitas en la época de la construcción de la represa de Betania, muy nítidas entre el dolor y la impotencia, son las de un cardumen de bocachicos que intentaban superar la barrera de cemento del túnel recientemente abierto, para cumplir con la urgencia biológica de la reproducción. Pero el muro era muy alto, por ello se estrellaban los cientos de peces que intentaban infructuosamente superarlo; caían sangrando, una y otra vez, obedeciendo a su instinto milenario, hasta la muerte.

Es el efecto de barrera de las respuestas sobre las migraciones, que afecta directamente a las pesquerías; en Colombia el 57 por ciento del total de la pesca proviene de la cuenca Magdalena - Cauca y se basa en la captura de especies migratorias como el bocachico, el nicuro y el capaz. Las presas interrumpen el ciclo de vida y la dinámica reproductiva, impactan a las poblaciones ícticas y humanas, afectando a las clases populares que sobreviven con la pesca artesanal.

Y con la desaparición del bocachico y el pataló en Prado y Betania también pueden desaparecer muchas otras especies.
Los embalses están asociados a la expansión de endémicas cuyo ejemplo más serio es la esquistomatosis, que afecta a más de 700 millones de personas en todo el mundo.

Por otra parte, el principal problema colombiano con respecto a las represas es la sedimentación que tiene su origen en la deforestación y fuerte erosión de nuestras cordilleras; y queremos recordar el embalse de Anchicaya, programado para 50 años y sedimentado totalmente en menos de 10 años.

Y muchos otros problemas, como la denominada eutroficación o acumulación exagerada de nutrientes en su masa de agua; la pérdida de biodiversidad, ocasionada por la inundación de nichos a ecológicos, destrucción de vegetación, alteración de flujos.

No podemos olvidar que los ríos son mucho más que simples tuberías por las que el agua corre de un lugar a otro: desde sus cabeceras en los ecosistemas de montaña hasta sus desembocaduras, los ríos son las venas del paisaje y como tales deben ser valorados y mantenidos.

Hemos perdido el respeto por el río salva­je, por las complicadas tramas de vida que el agua sustenta; la sociedad de consumo­ no asocia el agua con su capacidad inhe­rente de dar vida y con frecuencia los dirigentes sucumben a las presiones económicas y políticas, como está sucediendo con la Hidroeléctrica del río Amoyá, y se ignora las razones científicas y sociales. Si el Tolima paró la draga de Ataco, también pude parar la represa del río Amoyá.

Credito
EL NUEVO DÍA

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