El lunes en la mañana, cuando La W dio a conocer que Hernán DarÃo Gómez, director técnico de la selección de fútbol de mayores, habÃa golpeado a una mujer en un bar de Bogotá el sábado anterior, el entrenador se enfrentó ante el partido más difÃcil de su carrera.
El propio Bolillo admitió lo que habÃa hecho, se excusó en público y un dÃa después Ârenunció a su cargo. “Lamento profundamente este hecho y el haber perdido el control de la forma en que lo hice -escribió en un comunicado-. Este acto me da vergüenza con mi madre, mi esposa y con todas las mujeres de mi familia y mi paÃsâ€. Y su vergüenza fue tal que no fue capaz de tomar un avión para viajar a MedellÃn, sino que decidió irse por Âtierra.
Lo normal en un paÃs donde no se tolere por ningún motivo actos de violencia serÃa que la sociedad hubiera aceptado su renuncia sin objeción. Después de todo, se trató de un acto de agresión tipificado como delito por lesiones personales en el Código Penal.
Pero en Colombia la historia no terminó ahÃ, y, por el contrario, el paÃs se enfrascó en una polémica sobre si el entrenador merecÃa o no dejar la selección que está ad portas de las eliminatorias hacia el Mundial Brasil 2014. Lo cual tampoco es un asunto de poca monta, en una sociedad como la colombiana, que guarda la esperanza de volver a un Mundial después de más de una década de ausencia.
La presión fue tal que la Federación de Fútbol decidió posponer la decisión de aceptar o no la renuncia de Gómez hasta que finalice el Mundial Sub20. Al cierre de esta edición, se hablaba, por un lado, de que Bavaria -que habÃa pedido la renuncia de Bolillo-, podrÃa retirarse del patrocinio de la selección y, por el otro, que el Bolillo permanecerÃa en su cargo.
Una encuesta de El Tiempo y La W mostró que el paÃs está dividido frente al tema, pues 47.9 por ciento quiere que se vaya y 42.6 que se quede. Paradójicamente, el sondeo mostró que 54.6 lo perdona, mientras que 32.2 no está de acuerdo con su absolución.
Son varios los argumentos en juego. El primero es el hecho de que el Bolillo sea una figura pública. Y, ante una acción reprochable, medio paÃs considera que Gómez tiene que dimitir para dar ejemplo. Pero el otro medio piensa que por el hecho de que reconoció su error, pidió perdón y tuvo una sanción social, que Âconsideran suficiente, podrÃa volver.
De hecho, los jugadores de la selección publicaron una carta el viernes en que, si bien admiten que Bolillo “se equivocó en materia graveâ€, piden que se le dé la oportunidad de volver porque valoran su arrepentimiento y consideran que tiene “una carrera intachable†y ha sido “siempre un modelo por seguir por todos nosotros, además de ser un amigo, un ser humano maravillosoâ€.
El otro punto de discusión, el más complicado, es el hecho de que se trata no de un escándalo cualquiera (Bill Clinton y Silvio Berlusconi han logrado superar situaciones crÃticas por escándalos de sexo), sino de violencia contra una mujer, que en Colombia es un fenómeno con rasgos de epidemia. De cada mil mujeres en el paÃs, tres son vÃctimas de actos violentos por parte de su pareja.
La lógica del castigo ejemplar indica, que si no se reacciona de manera clara y contundente en el caso de Bolillo, tácitamente se está dando permiso a otros hombres para que sigan cometiendo estos abusos en el hogar. “SerÃa un mal ejemplo para la sociedad dejar pasar este caso, pues el mensaje serÃa que los agresores pueden pegarles a sus mujeres y salirse con la suyaâ€, señala Isabel Ortiz, directora de la Fundación Mujer y Futuro.
El análisis del caso es aún más complicado porque los estudios han demostrado que “la violencia intrafamiliar es la principal circunstancia que rodea los casos de homicidios contra la mujerâ€. En Colombia, el año pasado, 125 mujeres fueron asesinadas por sus esposos. Es decir, una cada tres dÃas. Y el patrón general indica que no se trata siempre de un caso de ira espontánea, sino de que llega al extremo la repetición de una secuencia de maltrato y perdón en la pareja.
Sin embargo, también es cierto que otros, para quienes Bolillo no es el santo de su devoción, aprovecharon este mal momento para caerle encima, y trataron de armarle un cuadro psicológico agresivo al juntar otros casos de violencia en los que ha estado envuelto en el pasado, además de emitir juicios psiquiátricos sin tener conocimiento de causa.
Esto dio lugar a otras agresiones, tanto es asà que llegó a hablarse de linchamiento y el tema llegó a debatirse acaloradamente entre varias senadoras de la República. Para algunos observadores, esa discusión que generó la conducta de Bolillo se convirtió en otro acto de violencia, “al menos en lo simbólico, al generalizar su comportamiento o al descalificar a sus detractores. Se hizo explÃcita la violencia regionalista, la partidista, la sexista, la del fútbol. Todo esto habla de nuestra salud mentalâ€, dice Carlos Iván Molina, psiquiatra de la Universidad Externado, investigador del tema.
Un estudio publicado hace un par de años, patrocinado por las Naciones Unidas, mostró una preocupante radiografÃa de cómo los colombianos son tolerantes con la violencia contra las mujeres. Uno de cada 10 hombres consultados respondió que las mujeres deben aguantar la violencia del marido para mantener unida a su familia.
En este primer round, no cabe duda de que el más afectado, además de la mujer golpeada, fue el propio Bolillo. En el transcurso de la semana se conoció a través de miembros de su familia y personas que dialogaron con él que su situación era crÃtica. Su hermano Gabriel Jaime ‘Barrabás’ Gómez dijo que estaba deprimido, arrepentido, triste y amargado. Su madre tuvo que internarse en una clÃnica porque no pudo soportar el golpe.
La tristeza invadió también a sus colegas y pupilos, quienes expresaron a través de cartas su respaldo incondicional al técnico. Muchos de ellos dijeron que Bolillo es un padre ejemplar, un gran amigo y un excelente entrenador, que se caracteriza por sus buenos modales. Otros, como Ãlvaro González, vicepresidente de la Federación Colombiana de Fútbol, ofrecieron argumentos económicos para ratificar a Gómez en su cargo, pues a estas alturas del partido resulta muy costoso buscarle un reemplazo.
Para quienes trabajan en el tema, las salidas violentas no son un error casual, sino la consecuencia de construcciones culturales en las que prevalecen las ideas machistas, según las cuales se cree que los golpes son una salida válida para dar solución a un conflicto. Aunque muchos dicen que este no es el caso de Bolillo, otros argumentan que probablemente esta no es su primera salida en falso.
Aunque Bolillo admitió los hechos, hasta el momento no se conoce detalles para saber, a ciencia cierta, qué generó esta reacción agresiva en el entrenador.
Lo que sà es cierto es que la polémica nacional que se desató es muy parecida a la que sucede a pequeña escala en los casos de intimidación que se dan entre parejas, en las que muchas veces las mismas mujeres aplican el borrón y cuenta nueva o justifican los golpes porque ellas provocan a los hombres. “La familia de la vÃctima acusa al agresor mientras que la familia de éste justifica y minimiza su falta haciendo comentarios como ‘no es para tanto, él es buen padre y les da de comer’â€, dice la psicóloga clÃnica Catalina Valencia, con 30 años de experiencia en derechos sexuales de las mujeres.
En general, la sociedad, el mismo Bolillo y sus compañeros y amigos han considerado grave y reprochable lo ocurÂrido. La pregunta es ¿qué sigue ahora? ¿Cabe hablar de perdón? ¿Debe volver a la Âselección?
Según los expertos consultados por Semana, para que esto se dé tiene que ser recÃproco, es decir que haya un arrepentimiento genuino del victimario, como ya lo hizo el entrenador, y, por el otro, una disposición de la sociedad para aceptar ese gesto. Los jugadores de la selección, en su carta, ofrecieron convertirse en “abanderados por la causa de la no violencia contra la mujer, y en términos generales contra la violenciaâ€. Y dijeron estar dispuestos “a realizar campañas publicitarias en favor de esta importante y necesaria causa (…) para cambiar estos comportamientos que por siglos hemos arrastradoâ€. No obstante, para otros el perdón no puede llegar si no es con un castigo ejemplar.
El peor escenario para un paÃs que quiere la paz y dejar atrás el estigma de la violencia es que nada pase, porque ignorar la violencia es también un acto de agresión.
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