El presidente Juan Manuel Santos es un escéptico de la llamada guerra contra las drogas. Desde que llegó a la Presidencia, hace 15 meses, ha dado declaraciones cautelosas pero claras sobre su desilusión por el fracaso de la polÃtica prohibicionista y sobre su intención de apoyar alternativas propuestas por otros.
Al mismo tiempo, y dentro de su pragmatismo conocido, también ha demostrado que reconoce las limitaciones polÃticas que existen para cuestionar el principio de que la guerra se puede ganar. Hace un año, cuando en el Estado de California se llevó a cabo un referendo sobre la legalización de la marihuana -que al final fue derrotado-, Santos aprovechó para poner sobre la mesa la contradicción que significa que en Estados Unidos se dé pasos hacia la despenalización mientras en Colombia siguen muriendo soldados y policÃas que llevan sobre sus hombros la lucha contra la producción.
La semana pasada, en vÃsperas de su viaje a Londres, el Presidente avanzó un paso más. En entrevista con el prestigioso diario The Guardian, dijo que “es tiempo de repensar la guerra contra las drogasâ€, y “si eso significa legalización, y el mundo piensa que esa es la solución, le doy la bienvenida. No estoy en contra de esoâ€. A diferencia de otras opiniones publicadas en el pasado, esta vez el Presidente dijo que su punto de vista no se limita a la marihuana: “Yo hablarÃa sobre la legalización de la marihuana y más que simplemente la marihuana.(…) Yo considerarÃa la legalización de la cocaÃna, si hay un consenso mundial, porque esta es la droga que más nos ha afectado en Colombiaâ€. El periódico, y su versión dominical The Observer, hizo amplio eco de la entrevista con el mandatario colombiano y expresó una opinión editorial crÃtica contra los gobiernos británicos que no han modificado la guerra contra las drogas, a pesar de su fracaso, y sostienen “un vergonzoso silencio†al respecto.
Hasta ahora, la bandera contra el prohibicionismo y en favor de la despenalización se habÃa concentrado en la marihuana y habÃa sido defendida por exfuncionarios, exjefes de Estado, académicos y hasta organizaciones internacionales. Pero no lo habÃa hecho ningún presidente, y menos aún extendiendo su reflexión a la cocaÃna. Que el presidente de Colombia, el paÃs que se ha distinguido por su compromiso con la mano dura, y el principal aliado de Washington en la guerra, sea quien trate de abrirle un camino al cuestionamiento de la prohibición, tiene un gran significado polÃtico. “(Santos) ha ido más lejos que cualquier presidente en ejercicio -dice The Guardian, y agrega:- El hecho de que un presidente colombiano entre al debate con tanta fuerza tiene una importancia simbólicaâ€. No es igual, por ejemplo, que los llamados que César Gaviria, Ernesto Zedillo y Fernando Henrique Cardoso, como expresidentes, han hecho en favor de una modificación del rumbo, o los de Kofi Annan y otros que se han sumado a una revaluación del tema.
Y en realidad, el gran cambio en el manejo de las drogas ilÃcitas será producido cuando la propuesta de la despenalización pase de los terrenos de la academia y de los lÃderes de opinión a los jefes polÃticos y a los gobiernos. ¿Se convertirá Santos en el precursor de ese giro? ¿Tiene Colombia el espacio de maniobra para proponer la legalización de la cocaÃna sin ser estigmatizado como un paÃs que beneficia a las mafias que la producen? ¿Tendrá costos la posición del Presidente colombiano, por ejemplo, en sus relaciones con Estados Unidos?
Es poco probable que en un plazo breve el mundo o alguno de los principales paÃses consumidores -Estados Unidos o las naciones europeas- legalicen las drogas y, en particular, la cocaÃna. El tema no está en la agenda: ningún periódico o revista estadounidense de primer orden, por ejemplo, recogió los recientes pronunciamientos del presidente Santos. En consecuencia, el consenso mundial que el mandatario colombiano acepta como condición para repensar la estrategia está muy lejano.
La opinión de Juan Manuel Santos, además, no es radical para evitar, según sus palabras, que “lo crucifiquenâ€. Más bien, “habla como un ‘luchador’ frontal y no como un ‘desertor’ dubitativo del combate contra las drogasâ€, según Juan Gabriel Tokatlián, uno de los académicos que más han trabajado el tema. No se trata de un discurso de confrontación con Estados Unidos ni con quienes propenden por el mantenimiento de la prohibición, sino de una invitación a un debate. Por eso, los planteamientos de Santos no han sido mal recibidos en Washington. “El gobierno de Obama no se va a molestar -según Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano- porque el discurso ha sido mesurado y porque aquà no hay ánimo ni para hacer un debate sobre este temaâ€, dice.
Además, Colombia ha sido el paÃs que más recursos -monetarios y de todo tipo- ha destinado al combate de las drogas. Nadie puede cuestionar su compromiso ético ni su legitimidad para conocer las limitaciones de la llamada guerra contra las drogas. La importancia de los carteles en el paÃs se ha reducido, en comparación con los años 90, y las hectáreas cultivadas de hoja de coca han disminuido de 145 mil en 2001 a 62 mil el año pasado, pero las dimensiones globales del problema en el mundo no se han reducido. Santos habla con la autoridad que le da el hecho de haber manejado el componente militar del Plan Colombia, como ministro de Defensa, y que como mandatario no ha variado un ápice la polÃtica antidrogas de Colombia.
De hecho, el reformismo moderado de Santos es bien recibido en la comunidad internacional. En Estados Unidos hay tolerancia, porque la droga no está en los primeros lugares de preocupación de una ciudadanÃa indignada por el desempleo y la crisis económica. En América Latina, la mayorÃa de los gobiernos son conscientes de que un cambio traerÃa beneficios, como aliviar la presión internacional en favor de la guerra y disminuir la violencia interna del combate a los carteles, y esperan que alguien lance la primera piedra para sumarse a la causa. Pero ningún presidente tiene espacio polÃtico para promover la rectificación de la estrategia ni está dispuesto a correr el riesgo de ser estigmatizado como “blando contra el flageloâ€. De México hacia el Sur, la actitud de Juan Manuel Santos es vista con simpatÃa.
Si el pretendido liderazgo regional del actual mandatario se puede concretar en algún tema, es precisamente en el de la propuesta de una nueva polÃtica antidrogas. Lo cual es una paradoja si se tiene en cuenta que, en el pasado, antecesores como Virgilio Barco y César Gaviria se ganaron sus prestigios en el exterior gracias a sus credenciales de combatientes heroicos contra el narcotráfico.
Pero los tiempos han cambiado. La droga no es la prioridad de otras épocas en el debate polÃtico estadounidense y “en un mundo aturdido por la crisis económico-financiera en el que habrá hacia el futuro polÃticas cada vez más ‘cost-effective’ (con énfasis en la eficacia de la inversión de dineros públicos) y ante una lucha antidrogas con rasgos de fiasco mundial, las palabras de Santos contribuyen a iniciar un debate más sofisticado sobre el temaâ€, según Juan Gabriel Tokatlián.
Más que un giro, o un cambio de polÃtica, Santos busca ir abriendo espacios para el futuro y estimular un debate para el presente. Como no es radical, los costos son limitados. Pero, por esa misma razón, la desilusión puede llegar por el lado de quienes consideran que no hace falta esperar para concluir que “la guerra no es ganableâ€, como dice The Guardian.
El presidente Santos dijo que no cierra las puertas a la despenalización de las drogas blandas, pero que no es una decisión sólo de Colombia. ¿Puede el país liderar un cambio en la política mundial contra las drogas sin ser estigmatizado?
Credito
EL NUEVO DÍA
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