RESUMEN AGENCIAS

“El llamado es a permanecer en la calle. La calle será la salida al régimen”. Bajo esta consigna Freddy, cuyo apellido es reservado por razones de seguridad, asegura que ya está harto de un gobierno que solamente “los va a llevar a la ruina”.

“Aquí lo único que no queremos es que esto se enfríe, ya estamos en esto y vamos con todo”, sostiene con vehemencia este activista de la oposición para quien la única salida es “joder a (Nicolás) Maduro… tiene que caer. Dios es muy grande y él está con nosotros”.

El clima beligerante y de zozobra ha sumido a Venezuela en el caos, desde el pasado 12 de febrero, cuando una pacífica manifestación de estudiantes universitarios y opositores en varias ciudades del país en reclamo por la inseguridad y la situación económica, tuvo un desenlace violento.

Hasta el cierre de edición, el saldo de los disturbios es de al menos seis muertos, decenas de heridos y un número indeterminado de detenidos en una crisis que se ha radicalizado en todo el país.

“Aquí vamos para una guerra civil, no hay garantías y diálogo nunca habrá. En la agenda del Gobierno solo hay intereses propios”, asegura este joven opositor, quien ha salido a marchar los últimos cuatro días en Valencia, ciudad industrial a dos horas de Caracas.

“Responderles peor”

Freddy denuncia que a bordo de motocicletas circulan hombres armados que empiezan a disparar a diestra y siniestra a quien vean en la calle e incluso hacia los edificios residenciales.

“Ayer nos dispararon perdigones a quemarropa, nos apuntaban a la cabeza, por eso la gente está arrecha… Aquí si las Fuerzas Armadas nos joden, hay que responder peor”, asevera Freddy.

Y reprocha, además, que “no respeten la vida… la muchacha que mataron (Génesis Carmona) fue sin compasión... Qué casualidad que todos muertos han sido por herida de bala en la cabeza”, se pregunta este venezolano de 30 años, quien iba camino a una protesta.

‘nuestra última carta’

Milena, otra residente de Valencia, comparte la misma opinión de Freddy, al señalar que las protestas son “nuestra última carta y vamos a ponerle fe a que triunfaremos”. Y aferrada a su fe, dice que “solamente pido a Dios que esta lucha valga la pena”.

Si bien reconoce que cada día la situación se torna más peligrosa, señala que la coyuntura es un momento decisivo para el país.

Para esta madre de familia de dos niños, lo que están viviendo los venezolanos es indescriptible y sobrecogedor. “Encerrados y con miedo de lo que va a pasar”, asegura.

Ha optado junto con su esposo, quien no ha trabajado desde hace una semana, por permanecer dentro de su apartamento en el sector de El Trigal, porque “no he querido que los niños vivan esta realidad”. Y comenta que su hija de cinco años “está triste porque tiene más de una semana encerrada sin ir al colegio ni salir de la casa y eso la deprime”.

Además, relata que esta semana su mamá la llamó por teléfono llorando desconsolada por el dolor que le producía observar lo que estaba pasando en el exterior de su apartamento: una estampida de jóvenes corriendo hacia edificios residenciales para ponerse a salvo de las balas y los gases lacrimógenos que les lanzaban las fuerzas de seguridad venezolanas.