Galán sí, pero no tanto

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Luis Carlos Galán aportó a la política colombiana, -como también lo realizaron Camilo Torres, Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, entre otros- un ejemplo de coherencia entre un planteamiento político y una forma de actuar en armonía con los principios que constituían ejes y principios fundamentales de su predica. Podríamos enumerar como esenciales del discurso galanista, la condena a la politiquería, corrupción y clientelismo, imperantes en esa época y vigentes en la actual. Igualmente, la entereza y valentía en condenar la injerencia- todavía dominante- de los dineros del narcotráfico en nuestro sistema electoral, y la búsqueda de una Colombia más justa socialmente. O sea, coherencia electoral con la esencia de los principios políticos planteados, y no afinidad flexible y coyuntural del planteamiento proselitista con el ganador de última hora, practica perversa que convierte el ejercicio de la política en un negocio más rentable que el narcotráfico, como lo sostuvo el tristemente célebre senador Martínez.

Ese podría ser el principal aporte histórico de Galán, que se registra en los balances de prensa de estás últimas semanas, a la sombra, muy marginal, soslayado, dando primacía permanente a la imagen de victima de un tenebroso capo paisa cuya nacionalidad nos avergüenza. Error de presentación: como si al hablar de Abraham Lincon, apareciera siempre la mención biográfica de su asesino John Booth; o cuando se mencionara a John Kennedy asomara al lado la foto de Oswald; o si al recordar a Martin Luther King habría que mencionar a su verdugo Earl Ray, para hablar de los gringos que sí parecen saber del tema de presentación histórica de sus líderes emblemáticos. Erróneo también, inundar pesadamente todas las oficinas gubernamentales con la foto de Galán, o de monumentos oficiales con su nombre, en un régimen que no ha cambiado para nada su actuar político, dejándolo al final como un bravo gatito con gesto agresivo de adorno fotográfico sin garras para la transformaciones que requiere el país.

Hemos tenido en Colombia líderes para avanzar en democracia integral, pero sin partidos que impulsaran sinceramente sus propuestas de cambio, y que una vez inmolados, sus sueños de transformación se fueron con ellos a la tumba... eternamente. Galán constituye un ejemplo doloroso de esa tragedia histórica. Muerto, su afiche -sólo su afiche, no su ideología y coherencia- ha sido plataforma eficiente para el enriquecimiento electoral y personal de muchos compatriotas. Valga la pena un recuerdo tolimense: cuando César Gaviria ganó la Presidencia en nombre y representación de Galán, adivinen con quién gobernó el presidente Gaviria en el Tolima: ¿Con los directivos regionales del galanismo? De ninguna manera. Su alianza gubernamental la consolidó desde el día de su posesión con el barón electoral regional de entonces, el senador Alberto Santofimio. Gobernaron en llave. Sorpresas te da la vida, nos lo ha enseñado cantado nuestro filósofo Rubén Blades. De ahí que, para este caso, “bueno es el cilantro, pero no tanto”, como decían sabiamente nuestras abuelas.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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