En marcha

Daniel Felipe Soto

En 1934 inició el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo. El segundo gobierno de lo que conocemos hoy como la República Liberal.
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Un periodo caracterizado por grandes iniciativas de reformas sociales, económicas y políticas. En ese tiempo, en la agenda nacional se discutió sobre la necesidad de garantizar los derechos de los trabajadores, derecho a la seguridad social, educación pública y tierra para los que la trabajan, los campesinos.

Al igual que hoy, el partido Conservador, en ese tiempo liderado por Laureano Gómez, inició una arremetida feroz con la cual invitaba a “hacer invivible la República” como alegoría de lo que sucedía en España, por sus cercanías con el falangismo. Los valores republicanos eran vistos negativamente por la derecha conservadora que sentía fuertemente amenazados sus intereses y privilegios ante los cambios propuestos por López.

Álvaro Tirado Mejía describe con profundidad y detalle los acontecimientos más importantes de lo que fue un gobierno progresista después de la hegemonía conservadora. Cuando se revisa este capítulo de la historia nacional es posible darse cuenta de que, después de casi 90 años, el país sigue enfrascado en debates casi idénticos.

Hoy discutimos, por ejemplo, si el trabajador tiene derecho o no al pago de horas nocturnas; si la propiedad tiene función social y si el campesino debe tener acceso a ella; si la salud y la protección social son derechos o solo privilegios de quien puede pagarlos; si la educación debe ser pública y gratuita; si quien más tiene más debe tributar; y así, los grandes debates del siglo XX presentados anacrónicamente en los años 20 del siglo XXI.

Y no es para menos. Mientras el Estado no garantice los mínimos de una república, no podremos avanzar con éxito hacia los retos y problemáticas que enfrenta la humanidad. En estos tiempos, nuevamente, la derecha arremete contra los cambios propuestos por un gobierno democrático y moderno que pretende saldar esa deuda social que debió superarse desde los años 30 del siglo pasado. Pero, como en ese entonces, colman de miedos e incertidumbres irracionales a la gente para entorpecer y detener los cambios necesarios en el país.

Entiendo que los cambios o reformas pueden asustar por lo desconocido, por lo incierto. Pero no podemos seguir aplicando fórmulas fallidas que nos han condenado a inequidades, violencias, hambrunas y subdesarrollo. Palabras como cambio, reformas y revolución asustan hoy tanto como espantaron a la Colombia de los años 30 del siglo pasado. No se trata ahora de intentar un socialismo fallido o una revolución proletaria, se trata de construir y consolidar el Estado Social de Derecho que fue concebido en la Constitución de 1991 y que ha estado aplazado indefinidamente.

Ese era el propósito de la Revolución en Marcha de López, y ese es el propósito del Gobierno del Cambio de Petro, garantizar los mínimos para que podamos enfrentar los retos del siglo en este siglo. Ojalá el Congreso asuma con grandeza las discusiones que se proponen; ojalá la ciudadanía acompañe y, sobre todo, confíe en los cambios que están en marcha.

 

DANIEL FELIPE SOTO

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