Los tejedores de sudarios

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Consolidar en Colombia la democracia tiene que ser un empeño colectivo constante. Y debe comprometer a todos los ciudadanos, en la causa de librar a la Nación de cualquier forma de discriminación o de sometimiento a designios de degradación de la vida o de los valores que concurran al fortalecimiento del desarrollo social.

Pero, por sobre todo, la democracia tiene que ser la protección de los derechos humanos, contra el autoritarismo y el ultraje a la dignidad de las personas. La democracia está llamada a generar dinámicas de convivencia y aportar todo cuanto contribuya a la construcción de la paz, no como una expresión fantasiosa sino como parte fundamental de la identidad de la nación, del enaltecimiento en su propio ámbito y ante la comunidad internacional.

El país no puede resignarse a la prolongación de un conflicto armado, que ha dejado un número de víctimas de un impacto devastador. La información de la Unidad de Memoria Histórica es bien reveladora. “En los dos años transcurridos –dice- desde la sanción de la ley 1448 o de víctimas, el Estado ha incluido en el Registro Nacional a más de seis millones de víctimas. En su inmensa mayoría se trata de víctimas de desplazamiento forzoso, las cuales suman casi 5.4 millones desde 1984 (con esto la cifra se acerca, por fin, a la que han manejado Ong especializadas como Codhes).

“Pero están también miles de personas que sufrieron toda suerte de otros crímenes de guerra: más de 30.000 amenazados, cerca de 75.000 que perdieron algún bien, más de 90.000 desaparecidos y sus familiares, más de 21.000 secuestrados, casi 55.000 de algún tipo de acto de terrorismo, cerca de 95.000 homicidios y más de 540.000 afectados por el asesinato de un ser querido, 10.500 víctimas de minas antipersonas, 6.500 casos de tortura, casi 7.500 de reclutamiento forzado de niños y 4.000 de violencia sexual componen la radiografía del padecimiento que ha compilado la Unidad de Víctimas”.

Este es el saldo parcial de una guerra que ha tocado, en una u otra forma, a todos los colombianos y por consiguiente no debe tener cabida la intención de algunos de que se prolongue por más tiempo ese estado de adversidad. No debe tener cabida la maquinación contra la negociación que busca ponerle punto final a una violencia que solamente le sirve a quienes manejan las empresas conexas a la guerra. Aquellos que incrementan sus utilidades con la muerte de quienes son atrapados en ese remolino de la confrontación o convertidos en carne de cañón o de los grupos beligerantes.

No puede ser que Colombia tenga que padecer cien años más de conflicto armado, porque unos cuantos partidarios de la guerra así lo tengan dispuesto y para lo cual buscan volver a gobernar un país que quieren subordinar a sus caprichos. Son los tejedores de sudarios, sin pudor y de una desfachatez cargada de demencia y abyección.

Puntada

Las Farc y el Eln han dado un paso correcto con su anuncio de tregua unilateral. Este oxigena el proceso de paz y le quita argumentos a los guerristas de una derecha de sucias intenciones.

Credito
CICERÓN FLÓREZ MOYA

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