La política exterior colombiana: el retorno a la República Bananera (I)

David Héctor Galeano

La política exterior del gobierno de Duque puede ser considerada como un rotundo fracaso. La obsesión de su jefe político por desviar la atención a las verdaderas problemáticas del país, lo llevaron a fijar su mirada en Venezuela y un retorno a la negativa narcotización de la agenda internacional colombiana. Por una parte, Duque y su nefasto Canciller, emprendieron una campaña internacional por derrumbar a Nicolás Maduro del poder, olvidando que las agendas de los países son muldimensionales y que la arena internacional tiene una multiplicidad de actores con los cuales interactuar. Tanto la agenda como los actores son fundamentales en la construcción de caminos que converjan hacia la consecución de recursos económicos, alianzas estratégicas, mercados internacionales y en general ese conjunto de aristas que sumadas entre sí, deben responder a los más sacros intereses nacionales, es decir, la esencia y significado de política exterior.

En segundo término, la agenda internacional retornó a una absurda “narcotización” que caracterizaron los dos periodos de Uribe Vélez. Desde la perspectiva de la extrema derecha colombiana y norteamericana, la única manera de combatir el narcotráfico es envenenando el ecosistema y asesinando seres humanos mediante la fumigación con glifosato. De lado se dejaron los proyectos de restitución de cultivos ilícitos, la incorporación de las comunidades periféricas, al contexto económico nacional y en general todo ese conjunto de alternativas que los países medianamente civilizados estudian para combatir el flagelo del narcotráfico. Entre los dos temas, la subordinación y humillación a Washington se erigen como el vaso comunicante. Por ignorancia o ese espíritu colonial heredado, la sumisión del gobierno no le permite ver la realidad. Colombia, no tiene capacidad de guiar la salida de Maduro y los países del Grupo de Lima, no reconocen en Duque liderazgo alguno. Solo le permiten convertirse en un simple instrumento desechable de los EE.UU., que abra el camino para la imposición de Guaidó o cualquier otra persona que homologando el rol de Colombia, será una herramienta prescindible, en el momento que la Casa Blanca consiga sus propósitos.

Igualmente, la fumigación es una alternativa que solo deja un ganador: Monsanto, esa multinacional asesina, que vende su producto solo a esos países subdesarrollados en los que imperan los intereses de una deplorable clase política y económica cobijada por los más bajos instintos económicos, excluyendo a la mayoría de la nación, es decir los más pobres, necesitados y desamparados de la mano del Estado.

En ese orden de ideas, el Palacio de San Carlos, se está convirtiendo en la fuente de la vergüenza internacional para el país. Una fuente donde no se formula ningún tipo de propuesta que instrumentalice la política exterior como una herramienta valiosa e imprescindible para los intereses de la nación. Lamentablemente, San Carlos, se levanta ante el escenario nacional e internacional, como un “consulado norteamericano” que arrodillado ante el peor presidente de la historia, nos retorna literalmente a esa vergonzosa República Bananera que nos caracterizó durante tantas décadas.

@hgaleanodavid

Analista Internacional

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