El derecho a soñar

Si algo tiene de amable la democracia es la posibilidad de cambiar a los funcionarios públicos a través de las elecciones.

Como es tan difícil cambiar a menudo los sistemas, por lo menos cambiar a sus representantes con la esperanza de que pongan al servicio de la comunidad los recursos que se recolectan por concepto de impuestos.

Cada cuatro años o mejor cada dos, para ser más exactos, tenemos elecciones en Colombia, y aunque el desencanto por la derrota de nuestro candidato favorito en una elección nos haga pensar momentáneamente que no volveremos a votar, la intensidad de la campaña siguiente y las nuevas promesas nos llevan otra vez a las urnas y a la acumulación de nuevas expectativas.

La provincia colombiana está en este momento al tope de sus expectativas por la llegada del nuevo año y con el la posesión de los nuevos gobernantes tanto del orden municipal como departamental.

No se necesita ser sociólogo de profesión para percibir en cualquier lugar el entusiasmo por la acción futura de los nuevos gobernantes. A nivel personal habrá unos cuantos que esperan con ansiedad un nombramiento, mientras para la comunidad puede ser la mejor oportunidad para la solución de algún problema represado y olvidado por sucesivas administraciones.

Soñar despiertos es una tarea fácil de hacer en este momento de efervescencia y calor, según frase memorable del tribuno del pueblo José Acevedo y Gómez. Vendrán sin duda, los nuevos nombramientos, los nuevos programas y las nuevas determinaciones oficiales hasta el punto de hacer cambiar en parte la realidad presente.

A la gente le gusta, como diría un Presidente, ver nuevas caras en los carros oficiales, por lo menos para darnos cuenta que algo está cambiando. El interés de cada gobernante por dejar su impronta en la historia de su región posiblemente nos obligue a caminar un poco mas rápido en esa búsqueda incesante por un mejor porvenir, ilusión que desde aquí deseamos que se haga realidad.

Al final de cada mandato, habrá sin duda regiones que se sientan más satisfechas con el trabajo de sus respectivos gobernantes, mientras otras tendrán que conformarse con saber que quedan aplazadas para otra ocasión sus posibilidades de alcanzar una mejor fortuna.

Pasado el dolor efímero de la derrota, en este momento ganadores y perdedores tenemos un mismo sentimiento, el de desear generosamente que a todos les vaya bien en su trabajo como gobernantes, sabiendo de antemano que no es fácil convertir en realidad muchas promesas de campaña, algunas hechas a la ligera con la única intención de ganar votos.

Sinceramente creo que ésta puede ser la mayor preocupación de los candidatos electos, sobre todo si están consignadas en su programa de gobierno. Ante tantas ilusiones presentes, qué bueno repetir con Calderón de la Barca, que toda la vida es sueño, que el mayor bien es pequeño, y que los sueños, sueños son.

Credito
Alfonso Marin

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