Dos mensajes de petro

Rodrigo López Oviedo

La mísera condición en que vive alguna parte de nuestras oligarquías ha llevado a tal sector a pronunciarse contra la decisión de Gustavo Petro de rechazar la desproporcionada reacción con que el gobierno de Israel está respondiendo a los actos de repudio con que el pueblo palestino está haciendo frente a la ya centenaria y creciente ocupación de su territorio por parte del pueblo judío.
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Durante los últimos cien días, las fuerzas sionistas, que por desgracia son las que hoy tienen en sus manos la representación del estado israelí, han cobrado la vida de más de 24 mil palestinos, sin contar con los muchos otros que aún quedan bajo los escombros y los tantos más que están quedando sin hogar, sin hospitales ni centros educativos; sin lugar para mitigar el hambre y la sed y con miedo a sucumbir bajo una nueva acción genocida.

Para colmo, la Franja de Gaza, escenario de las últimas operaciones, está cercada por todas sus orillas, sin poder recibir mayor solidaridad internacional, salvo la que intrépidos corazones le hacen llegar a riesgo de sus vidas.

No obstante semejante cuadro, el antipetrismo, sin corazón dónde ponerse la mano, se la pone en la billetera, a la cual no podrán llegar los dólares que dejarán de recibir al no poder contar con los contratos ahora suspendidos por obra de la humana e internacionalista decisión de Petro.

Pero Gustavo Petro también ha anunciado su disposición a convocar una asamblea constituyente en respuesta a esa misma derecha, que se ha tirado como vaca muerta a la mitad del camino para impedir que cuajen las iniciativas que tienen por propósito mejorar las condiciones de vida de la población.

Han dicho los enemigos de esta iniciativa constituyente que ella no es de fácil concreción, y tienen razón. Nunca ha sido fácil para los colombianos conquistar la más mínima reivindicación. Pero han conquistado muchas, y vale la pena intentar esta también, ya que nos están cerrando las puertas en el Congreso para mejorar el vividero que nos ha tocado en suerte disfrutar, aunque haciendo acopio de resignación, sangre, sudor y lágrimas.

A propósito, recordemos que la Constitución del 91 se logró en contravía de unas normas que le impedían al pueblo convocar a una constituyente para modificar la de 1886. Mediante lo que se denominó la séptima papeleta, corajudos universitarios lograron derribar ese muro normativo y echar las bases para lo que fue la Asamblea Constituyente que nos trajo la Constitución hoy vigente. Aprendamos de ese ejemplo. En nuestra conciencia está la tiza y en las calles la pizarra para demostrar que no somos inferiores a esa aleccionadora experiencia.  

 

Rodrigo López Oviedo

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