"Si me comparo con otras amigas, soy supersencilla": María del Pilar Sánchez

HÉLMER PARRA – EL NUEVO DÍA
Esta ibaguereña de amplio reconocimiento en el sector público, confiesa que aún no le ha llegado la menopausia, dice que a sus hijos les aterraba que estaba muy gorda y bajó 15 kilos. Cree que su peor error ha sido no haberse lanzado a un cargo de elección popular y que está cerca a refugiarse en sus cuarteles de invierno.

Alegre, disciplinada, decidida y convencida de que querer es poder, es como puede resumirse la personalidad de María del Pilar Sánchez Saavedra, secretaria General de la Gobernación del Tolima. Las razones saltan a la vista, entre ellas, al ver su figura.

En menos de siete meses pasó de pesar 74 kilos a 59, sin recurrir al bisturí, aunque tiene planeado ingresar al quirófano antes de terminar 2013, para hacerse algunos retoques que prefiere dejar en reserva.

La decisión de bajar de peso obedeció a varios factores, principalmente su salud tanto física como emocional, pues confiesa que esos kilos de más estaban golpeando su autoestima, aunque en principio no lo reconocía.

Hoy dice, en medio de contagiosas carcajadas, que se siente “regia”, y que los más felices son su esposo y sus hijos.

Adiós a los kilos de más

María del Pilar luce más delgada. ¿Qué hizo? 

Lo que ven es el resultado del propósito. Estaba con sobrepeso y a principio de año tomé la decisión de volver al peso que tenía hace ocho años, para que me sirviera la ropa. Ya he bajado 15 kilos.

¿Qué la llevó a decidirse?

A mis hijos les aterraba que estaba muy gorda. 

¿Y a usted...

También, pero cuando me preguntaban, seguramente no lo reconocía, pero así como es mejor ser rico que pobre, es mejor ser flaco que gordo (risas).

¿Qué le dice su esposo?

Creo que ahora se siente más feliz, porque el hecho de no tener sobrepeso es salud, pero siempre he tenido su amor.

¿Cuál fue el truco?

La dieta y pesarme todos los días.

¿Cómo es la dieta?

Es como una nueva forma de alimentarse. Es la misma comida de siempre, pero en unas dosis especiales y a determinados tiempos, la idea es no dejarse dar hambre y comer de manera nutritiva.

¿Qué está haciendo para que los kilos perdidos no la dejen flácida?

Antes de empezar mi trabajo en la Gobernación hacía dos horas de gimnasio, ahora es casi que imposible, pero en casa hago abdominales y ejercicios de estiramiento, porque hay que mover el esqueleto.

¿Se siente satisfecha?

Me siento feliz con lo que soy, con lo tengo, con lo que hago, con lo que pienso y con lo que siento.

¿Es decir que ‘gordita’ no se sentía así?

Sí algo me faltaba, o no, más bien me sobraba... (risas).

Su rol de madre

María del Pilar siempre ha trabajado. ¿Cómo fue su rol de madre?

Ha sido muy complejo, porque muchas veces el trabajo me privó de disfrutar y ver crecer a mis hijos. Ese es un cargo grande de conciencia que tengo, pero de no haber sido por el trabajo tampoco hubiéramos podido con mi esposo darles la calidad de vida que hoy tenemos.

¿Se lo han reprochado?

Por supuesto. Digo que los hijos siempre hacemos los juicios de responsabilidad a los padres y si hay algo que mis hijos me han cuestionado, es no haberles dedicado suficiente tiempo en la infancia, porque ahora cuando me llegue el momento de tener tiempo disponible, ellos ya no van a estar con nosotros y tendrán su proyecto de vida aparte.

¿En su ausencia, la tarea de cuidar los niños sobre quién recayó?

Mi abuela, mi madre y mi padre nos ayudaron a criar los hijos. 

¿Cree que la figura materna que le faltó a sus hijos la disfrutarán sus nietos?

Sí. Sueño con ser abuela porque, además, soy una mujer muy amorosa y me encantan los niños. Creo que si no fuera porque pienso que el número ideal de hijos son dos, y nos fijamos esa meta, yo hubiera tenido más.

De todo un poco

Dicen que usted es alegrona. ¿Es cierto?

Vivo en un estado permanente de felicidad. Soy alegre, me encanta la fiesta, departir con mi familia y amigas.

¿Hay algo que la aburra?

Muchas cosas, entre ellas cuando se trabaja y no se ven los resultados; la gente hipócrita, la gente que no tiene disciplina y el frío. De hecho, por eso soy feliz en Ibagué, por este clima maravilloso; a Bogotá voy estrictamente a resolver funciones laborales y de negocios.

¿Qué es lo último que hace antes de dormir?

Hago visita con mi esposo, paso revista a mis hijos, mi abuela y mi mamá, me desmaquillo y me aplico las cremas para evitar las arrugas o que me salgan muchas.

¿Y cuando se despierta…

Tengo un rito diario todos los días, no importa donde esté. Me levanto y me hinco de rodillas, pido perdón a Dios por los errores que haya cometido, le pido que me ayude a ser mejor persona, que me tenga alejada de las personas envidiosas y con malas energías, y le pido por los seres que amo y por la gente que no me quiere.

¿Es muy rezandera?

Sí. Oro cinco veces al día y muchas veces más, porque siento mucha paz en la oración.

¿Va mucho a misa?

No. Voy poco, más que ir a misa la veo por televisión, porque estoy concentrada, sola y tranquila disfrutándola.

¿Cuándo le hace morcillas al diablo?

Cuando me pongo brava, cuando actúo de manera injusta y cuando se me atraviesa gente mientras estoy conduciendo.

¿Qué tan traviesa fue en su niñez?

Fui muy juiciosa, el travieso era mi hermano. Yo tuve muchas privaciones, pues mientras mis hermanos podían salir a jugar con los amigos a la calle yo tenía que mirar por la ventana.

¿A los cuántos años se casó?

A los 24 años. Este año cumplimos 25. Tengo 49 años, es decir que más de la mitad de mi vida la he vivido con Rodrigo y ha sido una experiencia maravillosa, por supuesto, que ha habido días difíciles, pero hoy, después de 25 años, vivimos pensando que vamos a terminar el camino de la vida juntos y gozando de los hijos y los nietos.

¿Cuál ha sido la clave para no caer en la monotonía?

Son muchos los elementos. El amor, como eje, además de comprensión, respeto, tolerancia y el concepto claro de la libertad. 

¿Qué tan pataletosa es?

No es que sea pataletosa, sino franca; la experiencia a uno le enseña que uno no debe quedarse callado cuando ve que las cosas no van por donde uno, con su experiencia, cree que deben ir.

¿Se ha salido de casillas en el Palacio del Mango?

Sí, pero se me pasa muy rápido, porque soy de buen corazón.

¿Por qué?

Prefiero no referirme al tema, pero una vez tuve un enfrentamiento fuerte con un compañero: me dicen que me salí de los chiros, pero él también. 

¿Hace cuanto se enrula?

Desde siempre. Me fascina, a pesar de que soy crespa.

¿Cuál es su truco de belleza?

La actitud, incluso le digo a mi hija que la belleza es más de actitud, de cómo uno se sienta de feliz y de bonito.

¿Es vanidosa?

Si me comparo con otras amigas que son supervanidosas, soy supersencilla.

¿Como quiénes?

Me matan si les digo (risas).

¿Está o ya pasó por la menopausia?

No me ha llegado aún. Creo que va a tardar mucho por mi estilo de vida.

¿Qué piensa de la vida?

Que es bella y hay que gozarse todos los instantes; como dice mi esposo, después de ella no hay nada.

¿Le teme a la muerte?

Le tengo pavor, quiero morirme dormida sin que me dé cuenta, o que si me doy cuenta, que ya tenga tal grado de consciencia que la desee.

¿Qué ha dejado inconcluso?

Dos cosas: estudié Contaduría, pero me faltaron tres semestres para graduarme, y una especialización en Administración de Empresas de Economía Solidaria, porque en esa época tenía un cargo muy complicado en la Alcaldía y empecé a perder por intensidad horaria. 

¿Cómo es como suegra?

Me hice un lavado mental...

¿Un vicio?

Mantener limpios los carros, pues digo que tal como está el carro de una persona así me imagino que está el baño de la casa. Soy un poco obsesiva con la limpieza.

¿Qué le ha enseñado la vida?

Que hay que tener mucha capacidad de perdón.

¿Qué la enamora?

La verdad, los detalles, el juego limpio y cuando las personas se muestran tal y como son.

¿Se siente envidiada?

No, y eso es lo que más le pido a Dios: no generar envidias, porque a eso le tengo temor.

En el poder

¿Para qué le ha servido estar en el poder?

Para servirle a la gente y para sentirme útil.

María del Pilar, usted se ha desempeñado en los cargos más importantes de la ciudad. ¿Cuál es la peor crítica que le han hecho?

Muchas. Cuando uno está en el servicio público, está dispuesto a que lo critiquen todos los días, pero generalmente son críticas constructivas, que lo hacen a uno ir mejorando y enfocándose en ser mejor cada día.

¿Cuál es su cargo soñado?

Estar en un ministerio, pero ya el tiempo se me acabó. Para llegar a él tendría que tener doctorado y yo especializaciones y maestría, pero la vida no me alcanzó para hacer un doctorado; ahora, quienes deben hacerlo son mis hijos y yo pronto me refugiaré en mis cuarteles de invierno a gozar de la vida y a disfrutar de esa nueva etapa con mi esposo.

¿Cuál ha sido su peor error?

No haber decidido a tiempo en aspirar a un cargo de elección popular. En una época, cuando salí de una de las administraciones de Rubén Darío Rodríguez, todas las condiciones estaban dadas para que me fuera muy bien en un cargo de estos, pero pienso que las dudas y la falta de un padrino político que me apoyara y me dijera ‘adelante’ influyeron. 

Como Secretaria General, se da cuenta de cómo están operando las secretarías. ¿Cuáles considera que son las mejores y cuáles, las peores?

Cada secretario está haciendo su mejor trabajo. Lo que creo es que toda esa tramitología compleja, esa maraña tan constante en el panorama de lo público, hace que a algunas personas les rinda más y a otras menos, pero ni más faltaba que yo fuera a demeritar a algunos de mis compañeros cuando los veo a todos tan trabajadores y con tanta mística.  

De todos los cargos que ha ocupado, ¿a cuál no desearía volver?

No volvería asumir la gerencia de Infibagué, porque es el monstruo de las siete cabezas.

Credito
REDACCIÓN EL NUEVO DÍA

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