EL ASESINATO DE RODRIGO LARA Cuarenta años después

Alfonso Gómez Méndez

Se cumplieron ayer los cuarenta años del asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, hecho que marcó el comienzo de la arremetida del narcotráfico contra quienes se les atravesaran en sus protervos propósitos, en medio de una sociedad que, social y económicamente, toleraba a estos “nuevos ricos”.
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El lunes, el Externado, su alma mater -de la que además fue profesor- organizó en su memoria un foro con el ministro de Justicia y exministros de la cartera, sobre los resultados de la llamada “guerra contra las drogas”. Ayer en Neiva, su ciudad natal de la cual fue alcalde a los 22 años, el gobernador Rodrigo Villalba y el pueblo huilense recordaron la trayectoria vital y el legado político de Lara.

Es conveniente que las generaciones de hoy sepan que Lara Bonilla no fue solamente el aguerrido e impetuoso ministro que enfrentó casi solo el imperio de las mafias del narcotráfico en la convulsionada época del ochenta, lo que generó su brutal asesinato a sus 37 años.

Brillante estudiante, de una arrolladora personalidad. Tuve la fortuna de conocerlo en la antigua sede del Barrio Santa Fe y ya se vislumbraba lo que iría a ser: gran orador; liberal de la izquierda democrática; dirigente estudiantil, con un fino y demoledor sentido del humor; de acrisolada honradez y honestidad intelectual y política.

Militó en el liberalismo inicialmente con el MRL pero muy pronto se separó del “compañero jefe”. Con Luis Carlos Galán, a finales de la década del setenta, fundó el “Nuevo Liberalismo” como una disidencia que sacudió al oficialismo liberal arropando las banderas de la modernización del Estado y de la lucha contra el clientelismo. Cuando el liberalismo entró al gobierno de Betancur, aceptó la cartera de Justicia para cuyo desempeño tenía no solamente todo el peso político y la experiencia, sino la formación académica como profesor de derecho constitucional.

Como ministro sacudió los cimientos de una sociedad complaciente y denunció todas las conexiones del narcotráfico con distintos sectores sociales y económicos, incluido el fútbol. Como presidente del Consejo Nacional de Estupefacientes puso el dedo en la llaga sobre la facilidad con que los narcos manejaban flotillas de avionetas para sus sucios negocios. Su asesinato fue para entonces el desafío más grande de los barones de la droga a la sociedad y al Estado colombiano. Tanto que motivó que el presidente Betancur que hasta entonces, alegando razones de soberanía nacional, se negaba a aplicar el tratado de extradición, cambiara de opinión en los funerales de su ministro en Neiva: “alto ahí, enemigos de la humanidad entera” es la frase que todavía retumba en la catedral. Ya sabemos lo que pasó después y no es necesario repetirlo.

Pero Rodrigo atendió todos los frentes en el ministerio y, en 1984, logró la expedición de un moderno Código de lo Contencioso Administrativo entre otras muchas realizaciones.

Es inevitable pensar en el tráfico de drogas que aún hoy sigue siendo una pesadilla para Colombia. Muchas cosas, no todas buenas, han pasado desde entonces: Narco-paramilitares que ensangrentaron al país; los extraditables lograron que en la Constitución se prohibiera la extradición; desapareció el delito político; distintos gobiernos han negociado y siguen negociando con narcos, algo impensable en la mente de Rodrigo Lara; y el dinero mal habido sigue irrigando campañas políticas. Los narcotraficantes asesinaron jóvenes políticos que hubieran podido ser presidentes como Rodrigo Lara, Luis Carlos Galán y Jaime Pardo Leal.

Hoy, primero de mayo, es ineludible para mí volver a una imagen que me sigue atormentando. Ese día mi maestro y mentor Alfonso Reyes Echandía me recogió en mi apartamento para asistir al capitolio al funeral del ministro. Nos encontramos con el magistrado y dirigente sindical Jaime Pardo Leal y los tres comentamos que eso era lo más grave que le había pasado a Colombia. Poco tiempo después, el Dr. Reyes moriría asesinado en el Palacio de Justicia y Jaime Pardo Leal sería asesinado por órdenes de Rodríguez Gacha.

¿Hasta cuándo Colombia sufrirá la maldición del narcotráfico? ¿Ha sido eficaz la política de apaciguamiento, contraria a la de Barco, Lara y Galán?

 

Alfonso Gómez Méndez

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