Sobre la situación de desempleo de Ibagué, se ha producido toda clase de diagnósticos, rÃos de tinta y océanos de palabras y, si bien ya los Ãndices no sitúan a la capital del Tolima en la cúspide del penoso escalafón y se advierte una mejorÃa al pasar del 25 por ciento al 17.7, también es cierto que el liderazgo le fue arrebatado por dos nuevas ciudades en la medición: Quibdó y Popayán.
Los gobiernos municipales han afrontado el problema con diversas armas: exención de impuestos, cesión de instalaciones en condiciones favorabilÃsimas, visitas de los alcaldes a los empresarios, reducción de trámites y promoción de la ciudad.
Ha faltado concentrar esfuerzos en calidad de la infraestructura de servicios, disponibilidad y modernidad de las comunicaciones y, sobre todo, en mitigar la brecha en educación y capacitación para que la región cuente con una oferta laboral idónea y confiable.
La prolongada circunstancia ha dado origen a un cÃrculo vicioso pues ante la escasez de oportunidades y la falta de especialización de quienes acuden al mercado laboral, las remuneraciones (si las hay) se reducen y los salarios no cubren las necesidades de los hogares, lo que obliga a cada vez más miembros de la familia a contribuir con el presupuesto familiar y, la mayorÃa de las veces, a abandonar las aulas en una espiral dañina.
Por supuesto que en el caso especial de los jóvenes una cosa es estar desempleado y otra, muy distinta, estar desocupado, y por la misma razón el Estado debe fortalecer, no sólo el sistema educativo con calidad y complementos que impidan la deserción de los estudiantes, a más de eficientes programas que permitan la utilización creativa del tiempo libre en deportes, artes, servicio social y capacitación.
No hay nada más desolador que encontrarse en los albores de la vida sin opciones ni futuro y de esta penosa circunstancia nace gran parte de la descomposición social.
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