Cartas a la redacción: Clínica Minerva, crónica de una quiebra anunciada

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Ahora que los victimarios han aparecido vociferantes en todos los medios proclamando sus pérdidas, y tratando de dicha manera de ocultar una verdad que por momentos se muestra difusa y escurridiza. Ahora que los autores materiales e intelectuales del desastre administrativo y financiero de la clínica Minerva, gerente José Leonel Rivera y miembro de junta Mauro Varela, se rasgan las vestiduras en los medios, y quieren fungir de damnificados. Ahora que se sabe que la quiebra de la Clínica significa detrimento patrimonial de más de 50 mil millones de pesos, más de 300 familias en la calle, y tantos otros individuos afectados de semejante hecatombe no podemos seguir callando, porque, como dijo Unamuno: “Callar equivaldria a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia”.

Con verdades a medias y cifras presentadas cuidadosamente de tal manera que dicen lo contrario de lo que fue, aparecieron, inclusive en la televisión, rueda de prensa, los señores Mauro Varela y José Leonel Rivera y el público se acongojó al ver su tragicomedia. Pero la verdad todo empezó hace tres años, precisamente con la muerte de uno de los socios de la Clínica, personaje obsesivo con el control de los costos financieros y gastos, y del que al final ahora se entiende su verdadera dimensión, era un auditor de costos y cuidadoso guardián de la cartera.  Su nombre: Germán Bonilla (q.e.p.d.). Más demoró él en desaparecer que en tomar el control absoluto de la empresa el Sr Mauro, quien no se la creía: a sus sesenta y tantos años recibía un negocio que en 2011 registraba ventas de 22 mil millones, utilidad de mil 400 millones y un endeudamiento que difícilmente superaba los 750 millones al año y una cartera de nueve mil mil millones.

Feliz el personaje, pensaba, aun cuando sea al final de sus días le iban a dar la oportunidad de mostrar su valía, dado que hasta dicho momento no tenía nada que mostrar, salvo otra quiebra.   Seguramente el mismo día de la muerte de Bonilla, y para no perder tiempo, corrió presto a los bancos, que gracias a los estados financieros abrieron sus puertas al novel empresario. En escasos tres años abrió tres servicios: UCI Pediátrica, UCI Coronaria y Unidad de Hemodinamia, empezó a remodelar y levantar un edificio de cinco pisos, sacó la administración de la edificación donde siempre había estado, tomo más de 14 oficinas en arriendo, bodegas, amplió la planta de personal y multiplico en tres años por cuatro el endeudamiento. Entre costos y gastos aumentó el valor de la operación en cientos de millones de pesos al mes. Para mantener este proyecto había que subir las ventas y ahí empezó la debacle. Dado que el punto de equilibrio se había incrementado concluyó que había que vender aún al que no le pagara, o no tuviera con qué pagarle, sino el balance no daba, la orden era seguir facturando. Que un ajuste para reducir la operación, ni pensarlo, todo estaba bajo su control.

Como era de esperarse la cartera llego a 20 mil millones y el endeudamiento a 32 mil millones, los proveedores dejaron de despachar insumos y la Clínica estalló, por caja. Pero antes de que la situación explotara, algunos socios reclamaron al Gerente que recortara la operación, sacara a los que no pagaban, ajustara los costos y renegociara las obligaciones, a lo que este respondió que no le era posible y que el señor Varela había dado la orden de mantenerse, y que no se preocuparan que él tenía vendido el negocio y literalmente todo previsto, y por demás, no necesitaba consejo o asesoría de personajes que seguramente no daban su talla empresarial e intelectual.

Como es de público conocimiento, todo terminó en la consabida quiebra y en este punto de nuevo el señor Varela, acompañado por su escudero José Leonel Rivera, decidió liquidar la Clínica, y, aunque resulte insólito, asumió el manejo de la liquidación, pues quién más que ellos para liquidar lo que había destruido. Se ha de reconocer eso sí el espíritu luchador de asumir la difícil tarea de acabar lo que empezaron y obtuvieron en tiempo record: 90 camas hospitalarias y 35 camas UCI se han perdido como red de servicios hospitalarios y no quiera usted si está leyendo este artículo le dé un infarto, pues literalmente está condenado a morir en una ambulancia. Pocos alcanzan a entender lo que significa construir una empresa hasta el punto de contar con semejante infraestructura, 70 años tomó a la vieja guardia de médicos construir lo que estos personajes arrasaron en tres. Entre ellos estaban los padres, y esposos de algunos de los aquí firmantes.

Que quede para los anales de la historia de Ibagué como un ejemplo la faena de Varela y Rivera, quienes en una crisis sin igual no tomaron una sola medida para corregir el rumbo, no hicieron un solo ajuste, y lo único que sí se les ocurrió fue correr a los medios a gritar ‘la culpa es de las EPS, del vecino, de todos’ menos de ellos, que se muestran como víctimas. Los victimarios, incompetentes administradores, víctimas de sus propios actos. Lobos disfrazados de ovejas.

Y para terminar volvamos a Unamuno, quien en el paraninfo de la universidad de Salamanca dijo: “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis... He dicho”.No cabe duda tienen la mayoría absoluta en la asamblea de accionistas y no hay nada que hacer. Son los que mandan, solo podemos disentir y eso estamos haciendo.

Firman socios minoritarios familia Arbeláez

Socios minoritarios familia Arbeláez

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