Editorial: De la memoria selectiva y el equitativo reparto de madera

Algunos ejemplos pueden ilustrar la presencia de tales dolencias en nuestras comunidades por lo que debe evitarse su propagación so pena de que se convierta en pandemia.

La evolución en las tareas de salud pública, el progreso en la salubridad de las comunidades y grandes descubrimientos médicos a los que han acompañado nuevos métodos, equipos y medicamentos han tenido enorme impacto en las expectativas de vida de gran parte de la humanidad y, por supuesto, en la proliferación de otras enfermedades y dolencias que son comunes en edades avanzadas.

Están, ahora, a la orden del día el alzheimer y la senilidad como no lo estaban en el pasado y con su incidencia la memoria se pierde, en particular la llamada memoria próxima y las personas afectadas solo guardan recuerdos de vivencias lejanas en el tiempo.

No se ha puesto mayor cuidado en una dolencia que se presenta con mayor precocidad y en etapas más tempranas de la vida, como ocurre con algunos protagonistas de la vida política regional y, si se quiere, afecta también a un importante grupo de funcionarios y comunicadores. El problema tiene que ver con la llamada memoria selectiva o, una derivación de la misma, la visión parcializada de los acontecimientos.

Algunos ejemplos pueden ilustrar la presencia de tales dolencias en nuestras comunidades por lo que debe evitarse su propagación so pena de que se convierta en pandemia.

Se da el caso de personajes cuya última fuente de ingresos conocida fue una posición en la burocracia nacional que se encarga de la asignación de recursos para soluciones de vivienda y acceso al agua potable y la disposición de aguas servidas. En esa época se asignaron a dedo desde Bogotá los contratos para la construcción de Viviendas de Interés Social VIS a contratistas carentes de la más mínima idoneidad. El desastre, como era de esperarse, fue total, tanto aquí como en Pereira. El personaje de marras guardó hermético silencio pero contribuyó a arrimar a la nómina del Ministerio a los cómplices del saqueo y el despilfarro ocurridos en el Tolima. Ese mismo silencio le acompañó con las primeras irregularidades detectadas en el Acueducto Complementario y las trapisondas padecidas en los ocho años del gobierno nacional de esa época. Por cierto, ya menos que hubiese adherido a una abadía de monjes de clausura o pertenecido a una orden de lamas en el Tibet no se le conoció la voz respecto de los desafueros y el saqueo presenciados en Ibagué en los últimos cuatro años.

Ya liberado de esas coyundas nos encontramos a un implacable crítico del Gobierno nacional y de lo que hace o ha dejado de hacer el alcalde de Ibagué en sus primeros 100 días de gobierno. Resulta elogiable que el ciudadano en mención haya recuperado la voz, ojalá también le haya ocurrido lo mismo con la memoria, en lo que podría ayudarle una lectura de los archivos de este rotativo de esas épocas turbulentas.

REDACCIÓN EDITORIAL

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