Editorial: La histeria y la acción intrépida

Más peligroso aún, dentro de esa expresión de sensibilidades e intolerancia comienza a consolidarse la acción física y el atentado contra quienes se manifiestan abiertamente a favor de los acuerdos y apoyan las consecuencias derivadas de ellos.

En la medida en que avanzan las conversaciones en La Habana y se vuelve a mencionar un inminente acuerdo en un horizonte de menos de dos meses se exacerban las posiciones, se alborotan las sensibilidades y lo que podría considerarse una evolución normal en el proceso de conciliación genera toda suerte de epítetos, insultos y recriminaciones.

Eso ocurrió con el evento en el que algunas de las más visibles de las víctimas de las Farc hicieron acto de presencia, brindaron apoyo incondicional al proceso de reconciliación y depusieron diferencias personales originadas en medio de las convulsas situaciones vividas.

La histeria levantada hace que se tilde de traidores, vendidos, hienas y calificativos de similar laya a Clara, Sigifredo, Ingrid y el general Mendieta, sin recordar que ellos sí han sido víctimas del conflicto y no observadores de escritorio, guerreros de sala de conferencias y hasta asesores a tarifa de las hordas asesinas.

Más peligroso aún, dentro de esa expresión de sensibilidades e intolerancia comienza a consolidarse la acción física y el atentado contra quienes se manifiestan abiertamente a favor de los acuerdos y apoyan las consecuencias derivadas de ellos.

No es la ya conocida y repudiable acción contra los reclamantes de tierras que se traduce en un asedio que combina la violencia y la presión institucional y mediática.

En esta ocasión se pasa a la llamada “acción intrépida” con claras reminiscencias a lo sucedido a mediados del siglo pasado. En Cartagena a una reunión de un sindicato de trabajadores de la construcción, a la que asistía la dirigente de la Unión Patriótica, Imelda Daza, entró intempestivamente un sicario que disparó contra un escolta de la dirigente.

Hay que recordar que Daza hubo de exiliarse por 26 años para evitar ser asesinada en el genocidio de la UP ocurrido unos lustros atrás. La misma dirigente se niega a calificar el atentado como si se tratara de un ataque a su persona, pero resulta muy característico de quienes por la violencia pretenden amedrentar a los que opinan diferente y ven en la paz la alternativa por medio de la cual se puede superar la sangría y la confrontación.

Las autoridades deben aguzar las prevenciones y ejercer el mayor cuidado para conjurar la acción de los violentos.

REDACCIÓN EDITORIAL

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