Editorial: Esperanzas frustradas

De otro lado, y para tristeza de la mayoría hace que las esperanzas de alcanzar una paz generalizada quede bajo las penumbras de imaginar la prolongación de las confrontaciones con los contingentes del ELN en continuación de una guerra estúpida y sin razón.

Todo indica que los agoreros pronósticos hechos cuando se dio a conocer el inicio de las conversaciones con el ELN se están cumpliendo a cabalidad.

Diferentes gobiernos, con distintos protagonistas e intermediarios y en casi todos los puntos cardinales han intentado conseguir la aceptación de los comandantes del grupo guerrillero a unos términos que conduzcan al cese al fuego y reinserción de sus contingentes a la sociedad colombiana.

Como una constante y tras ilusiones optimistas las conversaciones se rompen y se regresa a la rutina de extorsiones, secuestros, atentados contra la infraestructura, ataques al sistema nacional de transporte de combustibles y asesinatos indiscriminados.

Muchos advertían que la recalcitrante actitud de los insurgentes, que combinan cristianismo con ortodoxia marxista y el convencimiento de que ellos y solo ellos tienen la verdad revelada impedirían la concreción del cese de hostilidades, ya que para ellos el Gobierno, los demás colombianos y, en general, quienes no compartan su radical doctrina se convierten en objetivo militar sin posibilidad de conmutación o mitigación de la sentencia.

En esta ocasión volvió a renacer el optimismo, gracias a los avances logrados en La Habana con las Farc y a la intermediación de varios gobiernos que llevaron a pronunciamientos de la cúpula guerrillera y a especular con una fecha para la iniciación formal de diálogos y a estudiar las opciones de sede para las negociaciones.

Equivocadamente se pensó que los avances descritos vendrían acompañados de decisiones y actitudes encaminadas a crear un ambiente propicio para los diálogos, como ocurrió con las Farc. Nada de eso ha ocurrido, pues si se quiere, han aumentado las acciones bélicas de parte de los contingentes del ELN, los ataques a los oleoductos y la negativa a suprimir el secuestro como instrumento de lucha.

No solo no se han liberado quienes estaban en poder del grupo guerrillero sino, en forma desafiante, secuestraron a tres periodistas en la zona del Catatumbo, cuando se encontraban desarrollando las labores a las que tienen derecho como ciudadanos, como se establece en la Constitución.

La torpe actuación ha hecho añicos el proceso de diálogo iniciado y, además, afecta el que se desarrolla en La Habana. De otro lado, y para tristeza de la mayoría hace que las esperanzas de alcanzar una paz generalizada quede bajo las penumbras de imaginar la prolongación de las confrontaciones con los contingentes del ELN en continuación de una guerra estúpida y sin razón.

REDACCIÓN EDITORIAL

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