La esencia del ibaguereño

Del ibaguereño y del tolimense se han dicho muchas cosas negativas, incluso hay quienes se refieren al ibaguereño como una persona envidiosa, y que ante el triunfo de su paisano, en lugar de alegrarse, busca la forma de hacerle zancadilla.

No hace mucho tiempo nos preguntábamos en este mismo espacio sobre la vocación de Ibagué como ciudad, sobre lo que tiene la capital del Tolima para ofrecerle al turista y para mostrarle al mundo como símbolo que lo identifique. Llegábamos a la conclusión, que a pesar de las muchas apuestas de las dirigencias políticas de los últimos años y del potencial que tiene Ibagué, no ha sido consolidado un rumbo claro que permita vender de una mejor manera la ciudad. No obstante, hoy vale la pena referirnos al ibaguereño promedio, y a la esencia que lo caracteriza y lo diferencia de otra persona de cualquier región del país.

Del ibaguereño y del tolimense se han dicho muchas cosas negativas, incluso hay quienes se refieren al ibaguereño como una persona envidiosa, y que ante el triunfo de su paisano, en lugar de alegrarse, busca la forma de hacerle zancadilla, o hacer la del cangrejo cuando intenta salir del balde en medio de otros de sus semejantes. Del tolimense se ha dicho que es flojo, que no trabaja, que le cuesta adaptarse a la complejidad de ciertas labores, y que es poco astuto para otras tantas, aun así, la historia ha demostrado lo contrario y hemos tenido grandes personajes del departamento que se han destacado en distintos campos, y que incluso han llegado a ser presidentes de Colombia.

Sin embargo, en medio de los comentarios negativos que no han de faltar en ningún lado, si hay algo que caracteriza al ibaguereño promedio y que lo diferencia de otros tantos es el empuje y las ganas de salir adelante. Basta con salir a las calles para darse cuenta de que el ibaguereño es capaz de desempeñar cualquier oficio para conseguir el sustento. Venta de almuerzos ambulantes, puestos de arepas, y de comidas rápidas abundan en la ciudad. Al ibaguereño también lo identifica el sentido de solidaridad, la amabilidad y la calidez con la gente que viene de visita. Normalmente la gente de Ibagué es buena anfitriona, y es capaz de atender muy bien a quien viene de afuera, desafortunadamente entre ibaguereños “nos pisamos la manguera”, y esa misma gentileza que puede tener alguien de Ibagué con alguien de otro lugar, en la mayoría de casos no se da entre paisanos. De hecho pasa en otras ciudades o incluso en otros países, cuando un par de ibaguereños se encuentran.

Nadie es profeta en su tierra, sugiere un dicho, y probablemente aquel refrán tenga mucho sentido en Ibagué, en donde algunos prefieren salir y buscar dejar el nombre en alto en otras latitudes. En parte la reflexión debe ser esa, un llamado a la unión entre paisanos, a trabajar juntos, a consolidar una identidad positiva del ibaguereño y una vocación de ciudad, guiada bajo la esencia del empuje, las ganas de sobresalir y destacarnos no solo en Colombia sino en el mundo. Si el cuento es que quienes se van de Ibagué lo hacen por la falta de oportunidades, entonces que en lugar de irse, nos ayuden a generarlas.

REDACCIÓN EDITORIAL

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