Las fiestas y el licor no necesariamente deben ir de la mano

La noche del viernes 5 de enero, en el primer día de las fiestas del retorno de Gualanday, en lugar de alegría y jolgorio, se vivió un hecho atroz y doloroso: el asesinato de un joven de 18 años, apreciado y reconocido en la comunidad, cuya muerte causó consternación en el corregimiento. El muchacho se vio inmiscuido en una pelea, muy posiblemente, alimentada por el excesivo consumo de licor.

La celebración es tradicional, pero este año no contó con la aprobación ni el respaldo de la Alcaldía, “por cuestiones logísticas, de presupuesto y de seguridad”, según indicó el mandatario, Santiago Herrera. De manera que la organización corrió por cuenta de un comité conformado por la comunidad.

El homicidio de Juan Camilo Izquierdo Galeano fue argumento suficiente para dar por terminadas las fiestas, contrario a lo que sucede habitualmente en nuestro país, donde la muerte de una o varias personas no es un buen motivo para cancelar una celebración.  

El alcalde de Coello se pronunció al conocerse la noticia: “Lamentamos profundamente esta situación, extendemos nuestras condolencias a la familia del joven y al corregimiento de Gualanday. Tengo entendido que este joven era una persona muy apreciada por la comunidad, trabajador, emprendedor, un joven con unas cualidades rescatables, características de la gente del municipio de Coello”.

Los ciudadanos de Gualanday tenían la buena intención de efectuar el festejo para promover la debilitada economía del corregimiento, pero el alcalde tuvo el buen juicio de no permitir que se continuara con el evento, que se prolongaría durante el puente festivo.

La reacción de los habitantes también estuvo a la altura de las circunstancias, pues se unieron en torno a la familia del joven asesinado y realizaron una velatón el sábado y el domingo acompañaron el féretro. 

Por estos días, los municipios del Tolima estuvieron colmados de visitantes, muchos de ellos oriundos de la región que regresaron a disfrutar unos días de descanso y a pasar tiempo con sus familias. Esto es aprovechado por las administraciones locales que organizan eventos, cuyo fin es brindar distracción y a la vez generar ingresos para los negocios locales. Lo lamentable es que muchas de estas celebraciones tienen como componente principal el consumo de alcohol. 

Estamos en el inicio de nuevos gobiernos y a lo largo del año se desarrollarán fiestas en gran parte del Tolima, que son un atractivo para los turistas y dinamizan la economía. Este es el momento propicio para idear nuevas estrategias en las programaciones, en las que se promuevan alternativas de negocios y actividades en las que lo esencial no sea la venta de licor.

EDITORIAL

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