El centro histórico de Ibagué, lleno de contrastes que motivan

JORGE CUÉLLAR – EL NUEVO DÍA
El tradicional barrio céntrico de Ibagué, La Pola, ha experimentado un crecimiento súbito en su economía debido a la proliferación de cafés y sitios de comida, con mobiliario al estilo vintage.

Hay que aceptar que Ibagué no tiene una amplia oferta en variedad de actividades y espectáculos que enamoren al turista y tampoco a los ibaguereños que conocen la ciudad de punta a punta.

Sin embargo, hay que reconocer que la Capital Musical es un espacio en el que se han establecido grandes restaurantes, pastelerías, panaderías y todo tipo de negocios de comida que invitan a propios y a extraños a degustar y a saciar sus placeres gastronómicos.

Es de resaltar que la capital tolimense ha tenido grandes cambios urbanísticos y culturales, un claro ejemplo de esta transformación es el del tradicional barrio La Pola, sector reconocido por sus residencias antiguas y por la nefasta decisión de algunos constructores de tumbar estos mobiliarios para darle paso a moles de cemento que poco a poco van tapando el cielo tolimense.

 

Nuevas experiencias

Recorrer el vecindario sigue siendo “similar”, los transeúntes son numerosos y sus calles pequeñas, son familiares. La Pola es el reflejo claro de lo que ha venido pasando en la ciudad, un desarrollo acelerado y un poco conflictivo para su población, que han acarreado nuevos procesos socioculturales en la gente.

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De hecho, mientras gran parte de los ibaguereños recuerda a La Pola como uno de los barrios más emblemáticos e históricos, hace algún tiempo Ibagué se vio envuelta en una discusión sobre la preservación de las casas que son representativas del patrimonio arquitectónico.

 

Una explosión de sabores y locales

Allí, no son pocos los almacenes que se dedican a atender el público con bebidas, alimentos y preparaciones de variadas naturalezas.

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Sin embargo, a pesar de todo eso, buena parte de la población, sigue poniendo en duda las consecuencias que esta reciente inclinación pueda tener a nivel cultural en el sector y en la ciudad.

El tema se mantiene en una tensión fría, ya que continúa el pensamiento de quienes abogan por la preservación de estos espacios, aunque ya no se oigan voces muy altas con alternativas serias. De hecho los habitantes del vecindario abogan que aunque muchos están interesados en la conservación de los edificios tradicionales, no se escuchan muchas propuestas serias.

El problema es quizás la reacción tardía de la ciudadanía y sus representantes, sobre algo que poco a poco se ha venido deteriorando sin prácticamente tener dolientes.

Es allí donde nuevos espacios comerciales aparecen con renovados interiores, la mayoría haciendo un gran énfasis en la decoración vintage, otros optan por la modernización, mientras que se continúa conservando las casas y se respetan sus espacios.

Varios de estos lugares conservan sus patios empedrados, sus fachadas y ese aspecto rustico de algunos locales que le da un toque acogedor, que los comensales aprecian y disfrutan.

 

Jóvenes empresarios

Johan Rubio, un joven administrador de uno de estos locales ha vivido en La Pola durante 30 años, piensa en el barrio que lo ha acogido y lo describe como “el génesis, el inicio de lo que ahora es Ibagué”.

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De hecho, aunque de otra manera, el patrimonio y la cultura también son algo que tiene en cuenta en su negocio. “Me parece que este es un espacio que se diferencia y que puede aportar desde la perspectiva cultural. La gastronomía es un aporte cultural también, la riqueza gastronómica y de sabores es distinta”, dice Rubio.

“Mucha gente está conociendo La Pola gracias a los negocios de comida”, indicó Roger Jiménez otro administrador.

Por su parte, Gonzalo Parra, uno de los artífices de este tipo de negocios de estilo vintage, señala que estas propuestas son bien acogidas por el público, ya que hay un valor agregado, y considera que los nuevos empresarios deben entender que se debe tener un sitio agradable, un buen producto pero además, y muy importante, una excelente atención.

“Si esta es una zona institucional, hay que acompañarla de negocios como estos porque siempre habrá quien venga a hacer diligencias, y ese que viene por este motivo, necesita de un sitio donde parquear, donde tomarse un café, donde recrearse, donde hacer negocios, donde almorzar, y por eso estos establecimientos de La Pola tiene futuro, lo único que sí, y debe tener claro el tolimense, es que debe ser más atento, más servicial, más conquistador de su cliente que al fin y al cabo es quien le va a permitir que su negocio crezca y se mantenga”, indicó Parra.

Parra finalizó diciendo que dichos patrimonios arquitectónicos se pueden conservar y además revalorarse con las reparaciones responsables que se hacen para dar paso a estos negocios, y además dice que el empresario debe tener una responsabilidad social con la ciudad: “Necesitamos ser solidarios con los demás, si aquí todos pensáramos en ser solidarios seguramente la pobreza no sería tan extrema como la que se ve en esta ciudad”.

Entre tanto, Paola Cardona, dueña de otra propuesta, expresó que el alcalde Guillermo Alfonso Jaramillo debería declarar a La Pola como patrimonio cultural.

“La Pola se está acabando, están vendiendo todo a constructoras, nos están tumbando las manzanas de esas casas tan lindas y se están conviritiendo en puros edificios, pienso que nos deben dar la oportunidad a estos negocios que son una manera de activar el sitio”, indicó. De igual manera la comerciante narró que toda su vida ha vivido en el barrio,y que una tía es dueña de una casa frente al parque del Ibal, recordando que cuando niña se reunía con sus amigos y familiares y que desde el parque se podía apreciar la luna en todo su esplendor, y ahora por culpa de un nuevo edificio en el lugar, esto es imposible. Así mismo ve con terror que se haya tumbado el colegio Americano para construir torres de hacinamiento y un colegio de varios pisos en el que los accidentes, desea, no estén a la orden del día.

 

Para bien o para mal

Algunos habitantes del barrio insisten en que se debe preservar el patrimonio de una zona que siempre ha sido protagónica en la ciudad. Sin embargo, otros insisten en que es la ciudadanía quien debe apropiarse realmente, también desde las pequeñas acciones. Los habitantes y quienes visitan el barrio coinciden en que se puede hacer énfasis en un desarrollo responsable, a través del trabajo mancomunado entre los entes municipales, la ciudadanía y los empresarios.

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De momento La Pola sigue en el proceso de acostumbrarse a una nueva realidad un tanto más ligada a consentir el paladar de propios y visitantes, disfrutando también de las ventajas del cambio. Mientras, la ciudad continúa reflexionando sobre la conservación de su patrimonio y la construcción de nuevas expresiones culturales.

Credito
EL NUEVO DÍA

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