Prosperidad para todos

El Gobierno ha logrado reelaborar la agenda pública poniendo énfasis en un concepto que no se veía desde hace muchísimo tiempo, en lo social, bajo el paraguas de Prosperidad para todos.

Ya era hora de que esto se hiciera. Ojalá el asunto no se quede en simples declaraciones porque hay, al menos, nueve millones de personas que sobreviven en la miseria y la indigencia.

En necesario acompañar al Gobierno en este propósito. La situación demanda un fuerte viraje en la concepción política. Una sociedad injusta y desigual, como lo es la colombiana, sólo puede producir violencia, descomposición ética y moral, inseguridad, corrupción. El colombiano es un pueblo noble, trabajador, creativo, recursivo, nada más que se mueve dentro de unas estructuras pre-modernas, casi feudales y esto, en una época de modernidad tecnológica, es un coctel explosivo.

Es totalmente necio continuar apelando al paradigma punitivo represivo, el cual cree que basta con aumentar las penas y redoblar el pie de fuerza policial para garantizar seguridad y estabilidad. El país necesita ahora más oportunidades para la gente de menos recursos: educación, empleo, apoyo al emprendimiento, que son condiciones estructurales para que pueda acceder a la salud y a la vivienda. Vamos bien con el SENA y con el ICETEX. Estas dos entidades han comenzado a llegar a la base de la pirámide social, hecho que devuelve la esperanza a millones de colombianos. Prosperidad para todos significa educación para todos, principalmente, pues es con conocimiento como actualmente se pueden derrotar la pobreza y el atraso. Más que dar pescado, hay que dar cañas para pescar y enseñar a usarlas.

El otro desafío importante es sacar al país de la informalidad y la ilegalidad. La informalidad no tributa ni confiere estabilidad, y, en muchos casos, bordea la ilegalidad. En EE.UU. y en Europa la informalidad comienza a ser un fenómeno preocupante. Se estima que en el país del Norte ésta se sitúa entre el ocho y nueve por ciento del PIB; en Europa, hace 15 ó 20 años, la economía sumergida no suponía más del siete u ocho por ciento, pero ahora supera el 10 por ciento y ha dejado de ser un fenómeno exclusivo de España, Italia, Grecia y Portugal, que presentan ratios de actividades económicas legales pero en situación irregular en cuanto al fisco y la Seguridad Social entre el 20 y el 26 por ciento del PIB.

Colombia no puede seguir diciéndose mentiras de que tiene un desempleo del 10 por ciento, mientras su tasa de informalidad laboral sea del 52 por ciento. El Gobierno acierta al hablar de Prosperidad para todos. Ahora, hay que pasar del dicho al hecho. Ahí está la clave de la paz y de la estabilidad.



EL NUEVO DÍA

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