Editorial: Sin dilación

Trabajo, salud y educación conforman la tríada que puede transformar el campo y hacerlo productivo y atractivo, y no se puede dejar al albur de si se alcanza la paz o si el silencio de las armas se toma mucho más tiempo.

Algunos trabajan en la preparación de lo que habrá de hacerse una vez se firme la paz, pero, entre tanto, es mucho lo que puede adelantarse para allanar el camino y facilitar la concordia.

Si bien la distribución espacial de la población ha variado radicalmente en los últimos lustros y la ubicación de la sociedad colombiana es ahora más urbana que rural, es irrebatible que las mayores desigualdades y la mayor concentración de pobreza se localiza en el campo. Razón de más para que en los programas de gobierno de alcaldes y gobernadores a ser elegidos en octubre tengan a la cabeza de sus prioridades mitigar las carencias de quienes habitan en las zonas rurales.

No hay que desestimar que las Farc y el ELN son organizaciones eminentemente campesinas, por lo que trabajar en la mejora de las condiciones de la gente del campo, a más de ser de elemental justicia, ha de facilitar el reintegro de los armados a su hábitat lo que contribuirá a la consecución de la paz en las zonas apartadas. De paso y ante la imprevisible situación en la que los productos importados se tornarán cada vez más inasibles, es el momento de apoyar la producción de lo que ha de sustituir lo importado (especialmente alimentos) y que hace relativamente poco tiempo salía de los campos del país.

El conseguir un vida menos ruda en el campo mediante programas específicos en salud y educación, complementados con eficientes desarrollos en vías para facilitar el acceso de los productos a los mercados contribuirá al arraigo de la población y mitigará el crecimiento desordenado e inviables de los grandes centros poblados.

Trabajo, salud y educación conforman la tríada que puede transformar el campo y hacerlo productivo y atractivo, y no se puede dejar al albur de si se alcanza la paz o si el silencio de las armas se toma mucho más tiempo.

Las condiciones, por cierto, varían de acuerdo con lo sucedido y el impacto de la violencia en las diferentes regiones, las soluciones y tareas por ejecutar no han de ser comunes, sino bien específicas. Razón de más para tener plena claridad sobre las carencias y necesidades, para así adecuar los presupuestos y establecer las prioridades entre las que, sin duda, deben estar a la cabeza asuntos impostergables como la erradicación del analfabetismo.

REDACCIÓN EDITORIAL

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