Editorial: El trabajo y el salario en Colombia

Además, se incumplen los estándares laborales, se abusa de figuras tales como las cooperativas de trabajo asociado, hay bajas tasas de sindicalización, precariedad de los mecanismos de negociación colectiva y baja proporción de cotizantes en el sistema de seguridad social.

Un informe sobre el trabajo en América Latina y su remuneración, elaborado por la Red Latinoamericana de Investigaciones sobre Compañías Multinacionales (RedLat), que toma como universo las siete mayores economías de la región, entre las que está Colombia, arroja la dura conclusión de que nuestro país, después de Perú, es aquel en el que mayor número de trabajadores reciben un salario por debajo del mínimo fijado por las autoridades.

Ello pone en evidencia, quizás, el más importante reto que tiene Colombia en estas horas en que se busca que haya paz real en nuestra patria: que para lograr esta se necesita derrotar las grandes causas de nuestras desigualdades sociales que son el desempleo, el subempleo y el empleo precario, es decir, aquel que no tiene remuneración justa, es incierto, impredecible, riesgoso.

En Colombia, según estudio impulsado por la Usaid y la Procuraduría General de la Nación, hecho por DeJusticia, el Estado pocos esfuerzos ha realizado para superar las grandes causas de nuestras desigualdades.

En tanto, las tasas de desempleo en el sector de la población laboralmente apta superan el 10%, cerca de la mitad de la población está en la informalidad, hay discriminación laboral con las mujeres, los jóvenes, las personas en situación de discapacidad, los desplazados, entre otros.

Además, se incumplen los estándares laborales, se abusa de figuras tales como las cooperativas de trabajo asociado, hay bajas tasas de sindicalización, precariedad de los mecanismos de negociación colectiva y baja proporción de cotizantes en el sistema de seguridad social.

Esas realidades son cadenas que amarran al país y le impiden dar un salto hacia adelante en términos de desarrollo económico y social. Todo eso genera dos hechos aplastantes: tenemos un alto déficit de trabajo decente, digno, con salario justo, inclusivo y, además, el segmento más pobre de la población, que es bastante numeroso, está condenado al rebusque en el sector informal y al desempleo.

Tales realidades nos alejan de lograr un crecimiento económico sostenible, inclusivo y luchar airosamente contra la miseria. Las causas de tales desigualdades generan incertidumbre, zozobras económicas y sociales, no dejan reducir significativamente la pobreza, ni lograr los estándares internacionales de empleo decente que es lo que reclaman organismos tales como la Ocde, el G 20, el G 7 y la Unión Europea.

REDACCIÓN EDITORIAL

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