Editorial: El poder y los reencauchados políticos

Habrá que cruzar los dedos para que pronto vengan las nuevas generaciones, con discursos actuales y acordes con las necesidades de nuestros tiempos.

Dicen por ahí que aquel que tiene poder no lo quiere soltar nunca, y que cuando el poder se acaba llegan las depresiones. Sobre todo, cuando se habla de poder político, quienes dejan sus cargos, casi nunca se van de la vida pública. Algunos permanecen vigentes interviniendo, opinando y criticando a sus sucesores, a través de los medios de comunicación. Otros tantos permanecen actuales a través de delfines y cuotas políticas que permean las burocracias del Estado.

Sin embargo, hay a quienes esa dejación de poder les cuesta tanto, que terminan regresando a los escenarios políticos, luego de los años. Otros son conscientes de que hay ciclos que se cumplen, y que, sobre todo en la política, hay que dar paso a las nuevas generaciones, aunque eso paradójicamente también signifique entregar el poder a sus discípulos, cuerpos ajenos con el mismo apellido. Así ha pasado en Colombia, donde nos han gobernado las mismas familias por más de 50 años. Los Santos y los Lleras jamás se han ido del poder y nos han dirigido hasta el día de hoy.

Los recientes acontecimientos en el país han permitido el “reencauche” de varios políticos que habían estado alejados de la esfera pública nacional, e incluso su credibilidad y participación en los asuntos de importancia, habían perdido relevancia. Expresidentes como César Gaviria y Andrés Pastrana, y figuras como Noemí Sanín han vuelto al ruedo de la opinión, gracias al tortuoso proceso de paz con las Farc. Hoy su opinión nuevamente se ha hecho trascendental, y aunque eso no signifique que hayan tomado tiempo para reinventarse, algunos de ellos siguen con las mismas posturas recalcitrantes de siempre.

En Ibagué y en el Tolima no somos ajenos al reencauche político. Aquí hemos visto personas aferradas a los cargos públicos y a las relaciones de poder, algunos se han ido y han regresado sin éxito a las batallas electorales. Otros se han ido y están a la espera de dar de nuevo el zarpazo de regreso. Lo cierto es que están en todo su derecho, aunque en la mayoría de casos su regreso represente discursos trasnochados, viejas peleas y venganzas personales.

Habrá que cruzar los dedos para que pronto vengan las nuevas generaciones, con discursos actuales y acordes con las necesidades de nuestros tiempos. Ojalá, con el espejo retrovisor desempañado, con tal de no cometer los errores de quienes los antecedieron, y para que de ellos se queden únicamente con las grandes gestas. ¡Crucemos dedos!

REDACCIÓN EDITORIAL

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