A la memoria de Guillermo Cano Isaza

Lo cierto es que, sin ninguna duda, hoy vale la pena honrar la memoria de Guillermo Cano, y contarles a las nuevas generaciones de periodistas, del ilustre que mataron por enfrentar al narcotráfico y sus aliados, con la única arma con la que cuenta quienes ejercen el periodismo, el arma de la verdad.

La esperanza de una sociedad colombiana más igualitaria, más justa, y más próspera, fue evidenciada en el último editorial escrito por Guillermo Cano, justamente el día que fue asesinado. El país en esa época vivía el despertar del narcotráfico encabezado por Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha, los hermanos Ochoa, entre otros, y El Espectador y en especial su director, se habían convertido en la piedra en el zapato de sus oscuros intereses.

Famosas habían sido las denuncias contra el narcotráfico hechas por Cano, y que terminaron por revelar la verdadera identidad de aquel Representante a la Cámara por Antioquia, que, aunque de condición suplente, logró llegar ante el Congreso siendo un criminal: Pablo Emilio Escobar Gaviria.

Dos meses después de que el Espectador publicara una nota en la que se revelaba quien era realmente Escobar, y de que años atrás había sido capturado en Itagüí con 39 libras de cocaína, el Congreso lo despojó de su inmunidad parlamentaria.

Inolvidable fue también aquel editorial del 6 de noviembre de 1983, titulado “Donde están que no los ven”, en donde Guillermo Cano se despachó contra Escobar y su primo Gustavo Gaviria, sin pensar que tan solo días después, su gallardía periodística reflejada en sus valientes denuncias, terminarían por llevarlo a la muerte, al igual que todo aquel que decidiera enfrentar al temido capo. Galán y Lara Bonilla, complementan la triste historia.

Este diciembre en el que se cumplen 30 años de aquel lamentable episodio para la historia del periodismo en Colombia, declarado crimen de lesa humanidad, vale la pena recordar el legado de Guillermo Cano, maestro de una buena generación de comunicadores, entre ellos, Juan Gossaín, quien lo ha descrito como un honorable periodista, de buena pluma, ético y sin miedo a decirle la verdad al que fuera. Hoy seguimos en mora como país, con aquel último deseo estampado en su libreta de apuntes: una Colombia más justa y en paz, pero sobre todo le debemos a su memoria, la impunidad de su asesinato, pues solamente hubo un condenado por el magnicidio, y como si fuera poco, obtuvo rebaja de pena.

Lo cierto es que, sin ninguna duda, hoy vale la pena honrar la memoria de Guillermo Cano, y contarles a las nuevas generaciones de periodistas, del ilustre que mataron por enfrentar al narcotráfico y sus aliados, con la única arma con la que cuenta quienes ejercen el periodismo, el arma de la verdad.

REDACCIÓN EDITORIAL

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