El hacinamiento en las cárceles colombianas

Eso debería ser lo más importante, antes que el castigo, que quién entre preso, pueda tener acceso a corregir su conducta. Difícil que suceda en condiciones así.

Para nadie es un secreto que el sistema penitenciario en Colombia colapsó hace mucho tiempo y no se ha hecho nada para remediarlo. Por el contrario, las malas decisiones de tipo judicial, como la tipificación de delitos, y la aplicación de algunas penas, ha generado que el problema se incremente y estar preso en Colombia se convierta en un gran calvario.

La Modelo, La Picota, y las cárceles de Bellavista y el Pedregal en Medellín, presentan en principio los casos más complejos, tanto, que distintos medios internacionales han llegado a registrar con sus cámaras, la grave situación. Lo que acontece en las cárceles colombianas es tan preocupante que, por ejemplo, en Bellavista hay 1600 internos en un patio custodiado por una sola persona. La falta de espacios, dormitorios y medicinas, tan solo es una pequeña parte de la complejidad que se vive en una cárcel de Colombia, considerada incluso por los mismos funcionarios del Inpec, como infrahumana y que viola plenamente los derechos humanos.

No obstante, inverosímilmente el hacinamiento en las cárceles colombianas, también se da porque hay quienes prefieren estar recluidos, a estar en las calles aguantando frío y hambre, como si los establecimientos carcelarios fueran un hotel cinco estrellas. En Picaleña se han conocido casos donde algunos internos han dicho que al menos encerrados tienen garantizados los tres alimentos diarios y un techo. Por ello, también es frecuente que personas que están presas, al momento de conocer que van a ser puestos en libertad, cometan un acto de indisciplina, a fin de permanecer recluidos.

A pesar de los pronunciamientos de la Corte Constitucional frente al tema, no se avizora una pronta solución al problema, que es estructural y requiere no solo de voluntades políticas, sino de recursos. También se requiere de una transformación social y cultural para que el delincuente le tema ir a prisión, y deje de verla como un lugar de escampadero. Por ejemplo, en China, los presos tienen que trabajar obligatoriamente desde tempranas horas, con el fin de conseguir algunos beneficios como llamadas telefónicas. En nuestro país, por más duras que sean las condiciones, el delincuente colombiano termina por acostumbrarse. Duerme y come gratis, y está en un ambiente en donde le puede ir mejor que en la calle.

Aunque probablemente muchos de quienes están presos merezcan duros castigos, en las cárceles colombianas no hay oportunidad de resocialización, y, por el contrario, en la mayoría de casos, quien ha cometido un delito, en la cárcel no se regenera, sino que, por el contrario, se vuelve más peligroso. Eso debería ser lo más importante, antes que el castigo, que quién entre preso, pueda tener acceso a corregir su conducta. Difícil que suceda en condiciones así.

REDACCIÓN EDITORIAL

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