La corrupción cotidiana del discurso
Aquellos que han seguido con atención la carrera bibliográfica de Byung-Chul Han, nuestro filósofo coreano favorito, a estas alturas ya estarán absolutamente acostumbrados al modus operandi de distribución de sus obras y, por eso, no debería sorprenderles que, cuando menos se lo esperan, algún nuevo destilado de su pluma aparezca traducido como una exhalación en la vitrina de su librería de confianza e, inmediatamente, sientan la imperiosa necesidad de dejar a un lado lo que estén haciendo para leer, en una sentada y del tirón, otra de sus interesantes introspecciones. Una tarea que, con toda certeza, les dejará el cerebro congestionado de tantas inquietudes que deberán deglutir en tránsito lento hasta el año siguiente, cuando este literario ciclo vicioso se repita.