A mediados de la semana pasada, en horas de la noche, la ciudadanía ibaguereña se vio sorprendida por un inusual movimiento de helicópteros, que se prolongó por largo tiempo y sobre el cual, a pesar de que los periodistas indagaron por la razón de la actividad solo encontraron evasivas y silencio de parte de los voceros militares.
El misterio fue desvelado el domingo: las Fuerzas Militares detectaron la presencia de un grupo del ELN, proveniente de Arauca y fuertemente armado, que intentaba retornar a las áreas de las que fueron desalojados en años anteriores en el Norte del Departamento. La pronta acción de los uniformados concluyó con la captura de tres sediciosos y el desmantelamiento de lo que pretendía convertirse en una réplica de los extinguidos Bolcheviques de Líbano.
La reacción militar es bienvenida para preservar la calma alcanzada tras años de abusos, secuestros y asesinatos, que terminaron una vez fue erradicada la columna que operaba en el Norte del Departamento.
Lo ocurrido muestra a las claras el estado de alerta en que deben permanecer las autoridades, pues en la medida en que se avance en el cese del conflicto con las Farc habrá otros grupos armados fuera de la ley que intentarán copar los espacios dejados por la guerrilla, como en este caso el ELN, que pretendía reconquistar sus antiguos territorios.
De la misma manera no debe bajarse la guardia, pues está visto que a pesar de haberse definido un lugar para el inicio de las conversaciones con el ELN, la estrategia del grupo insurgente consiste en extender e incrementar su actividad para sustentar sus exigencias y hacer gala de un poder de fuego superior al que realmente tienen.
Cada vez se advierte que las conversaciones con el ELN han de ser más complicadas, dada la radical ideología del grupo y su decidida oposición a someterse a las instituciones y la Constitución. Arduo y largo camino espera al país.
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